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Reseña de «La guerra del fin del mundo de Periquita Robles», de Gabriel Széplaki Otahola

Gabriel Széplaki Otahola, poeta, cineasta y lector infatigable, ha sido también un defensor de la naturaleza. Trabajó siempre como agricultor y ha pasado gran parte de su vida en entornos rurales.

Es por eso por lo que en su primera novela, La guerra del fin del mundo de Periquita Robles (Editorial Tregolam), el escritor nos alerta, en otras cosas, sobre el peligro que corren muchas zonas autóctonas ante el consumismo desmesurado.

En el caso que nos ocupa Pueblo se ve amenazado por la invasión de foráneos que pretenden desalojarlos de sus tierras construir una represa.

Gabriel Széplaki Otahola nos describe la historia de este lugar través de los ojos de una niña llamada Periquita Robles. Apodo que de niña le dio su abuela porque hablaba mucho y por su gran capacidad de regar migas al comer.

Construida como una crónica, La guerra del fin del mundo de Periquita Robles se manifiesta como un cántico a la naturaleza, a la comunidad, a la lucha y a la protección de los poblados indígenas.  

Dividida en tres bloques (Libro I, II y III), sitúa al lector en el contexto de Pueblo, erigido en un valle en medio de la selva cuya cultura ha sido fruto de la mezcla de rebeldes indígenas y afros. Años después, se unirá a ellos un gran número de niñas españolas que la gente de Pueblo rescata de unos piratas que las tenían prisioneras. Esto dará lugar a un decisivo cambio en la tipología física y la evolución de Pueblo.

Con el tiempo, los diversos elementos se fusionan en una cultura propia, nueva, vital y mestiza, donde se toma de sus orígenes, tanto de un lado como del otro. Siguen usando y desarrollando sus formas de pelea ancestral, pero adoptan la daga y la espada española y con ellas lucharán esta guerra.

Pueblo se convierte así en un hogar lleno de riqueza, cultura, sabiduría e igualdad.

El conflicto fundamental de la trama se centra en una guerra en la que, como bien dice la protagonista «todos perdemos, porque la muerte y la destrucción, los pies y piernas mutiladas, y los ojos perdidos de quienes combaten se pierden para siempre y el dolor, en cambio, sí queda».

Y esa bestia que amenaza la tranquilidad de los habitantes consigue desestabilizar sus vidas en pro del progreso económico.

¿Está todo permitido para logar el avance o el crecimiento de un país? ¿Debemos permanecer callados ante la intimidación del más fuerte?

«El Gran Comendador había levantado los decretos que protegían nuestras montañas y había vendido nuestras tierras a unos hombres ricos y poderosos que le habían pagado con oro y habían comprado todas las montañas nuestras».

La protagonista, y también narradora de la historia, se dirige constantemente al lector para hacerlo partícipe del propio relato, pues Periquita quiere conocer a aquel que se interesa por su historia y lo invita a reflexionar, preguntándole directamente: ¿Qué harías tú en esta situación?

Nos hablará de Los Abuelos, de Las Niñas, del chamán el Señor de los Tigres-Yaguares, de la vestimenta, de su amiga Danai, de las armas, de la gastronomía y de otros elementos que nos zambullen en un paisaje de gran trascendencia.

Uno de los aspectos remarcables de esta obra, llena de descripciones cautivadoras, es la utilización indistinta, por parte del escritor venezolano, tanto del género masculino como del género femenino para referirse a la generalidad. Un estilo inclusivo que aporta sensibilidad, respeto y coherencia a la historia de Pueblo, pues es un lugar cimentado por mujeres en donde desde pequeñas son respetadas y se fomenta la construcción de su propia libertad.

La estructura narrativa es clásica: Periquita Robles nos presenta primero el modo de vida de los habitantes de Pueblo (modo de caza, grupos, creencias, cultura, etc.) para después contarnos la inminente guerra a la que se enfrentarán debido a la irrupción de los conquistadores que pretenden reconducir el agua del río hacia la ciudad, destruyendo su entorno.

«En la batalla hay una fuerza que impulsa a matar, es rápida, violenta y azarosa. Después que todo termina, viene lo peor: encargarse de los compañeros heridos que a veces gritan o gimen, y a veces van muriendo de a poco. Y si hay fortuna, como en este caso en que no hubo heridos ni muertos, aún queda un cansancio extraño; algunos dicen que de claridad mental y tranquilidad».

El vínculo con la naturaleza prepondera a lo largo de la novela con un lenguaje lleno de belleza y armonía que envuelven constantemente la lectura. Con ello, el escritor consigue que la historia llegue al lector como un pinchazo en la conciencia.

«Eres uno con la tierra, el tronco-árbol-roca-río-viento-olor-luz y todo ello te impulsa sin traba alguna. No existe el miedo. El Fluir eres tú y te deslizas suavemente como pez de aguas, y tus flechas llevarán el impulso de ese fluir y serán certeras. Todo fluye, fluyes con todo, ya no serás tú sino movimiento-sutileza-velocidad-destreza-anticipación-pie-mano-cuerda-flecha-vista».

Ser autosuficientes, buscar más allá de lo superficial, encontrar diferentes caminos a los ya conocidos, dibujar fuera del trazo estricto o pisar más allá de la zona de confort son otros de los valores que nos enseña Pueblo. Pero también el amor hacia la propia tierra, la defensa de aquellos parajes que parecen estar olvidados para evitar su aniquilación, así como el sentido de pertenencia inevitable al lugar en el que nos educaron.

«Nunca se cambió el espíritu de libertad ni la búsqueda de dignidad de la vida humana, ni la búsqueda de la trascendencia cuando la vida ya no sea más la vida. En Pueblo hemos visto cómo la lluvia que cae en la montaña vuelve a elevarse convertida en nube, hemos visto que caen las hojas de los bucares, pero luego hojas nuevas visten otra vez al árbol».

Leer La guerra del fin del mundo de Periquita Robles es discernir entre la prevalencia de nuestra historia y de nuestra naturaleza y el avance tecnológico. Es reflexionar sobre el esplendor de nuestro mundo y del cuidado y consideración que se merecen los pueblos autóctonos, pues debemos estar atentos a la voz de todos ellos, que resiste y se rebela.

Acompañar a Periquita Robles a través de las páginas de la novela de Gabriel Széplaki Otahola es reconocer que existen culturas que deben prevalecer porque, de otro modo, perderíamos una parte de lo que hoy somos.

Una obra necesaria cuya historia se eleva gracias al personaje tan inolvidable que protagoniza el libro, así como a la escritura estética y madura de su autor.

 


  • Nombre:Gabriel Széplaki Otahola
  • Género: novela
  • Bio:Gabriel Alberto Széplaki Otahola. Nace en abril de 1962 en el seno acogedor de una familia tradicional en la zona central de Venezuela. Desde muy niño gustó de los libros y la lectura, de la naturaleza, los árboles, los caballos y las aves de presa. Licenciado en educación, crítico de cine y guionista, productor de documentales y profesor universitario en materias de cine. Ha sido distinguido en dos ocasiones por su trabajo en pro del desarrollo cultural en su región. Durante dos años participó arduamente en un taller de creación poética del que resultaron dos poemarios, aunque ambos inéditos, así como cuentos y relatos. Ha vivido la mayor parte de su vida en entornos rurales, ha sido productor agrícola, activista ambiental, excursionista, corredor, cocinero, estudiante de artes marciales, escultor, lector infatigable y acupunturista, pero lo más importante de su vida es haber sido padre.
  • Obras: La guerra del fin del mundo de Periquita Robles

 

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