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Entrevista a Antonio Escribano, autor de «Cuando pitos, flautas» y «Cuando flautas, pitos»

Buenos días, Antonio. Muchas gracias por concedernos esta entrevista para hablar de tus dos novelas publicadas: Cuando pitos, flautas y Cuando flautas, pitos, los cuales constituyen un acercamiento a la que pudo ser la biografía de Diego de Acedo, apodado el Primo, a quien muchos de nuestros lectores conocerán por el famoso cuadro que pintó Velázquez llamado Bufón con libros

¿Por qué decidiste escribir sobre este personaje tan enigmático?

La decisión de escribir sobre Diego de Acedo no fue inmediata. Mi intención primera era mostrar al lector una panorámica de la primera mitad del siglo XVII: costumbres, ambientes, política, lenguaje…, cuando la estrella del imperio español comenzaba a declinar; pero, para convertir este propósito en materia narrativa, hacía falta dar con un protagonista que fuera testigo de primera línea, y entonces apareció El Primo. Me lo presentó José Moreno Villa, un poeta de la Generación del 27, quien, como director que fue del Archivo Histórico del Palacio Nacional, había publicado una relación de los locos, enanos, negros y niños palaciegos, y otra gente de placer que tuvieron los Austrias de 1563 al 1700. Los escasos datos que sobre este personaje se conservan invitaban a tejer una biografía novelesca que permitiera mi intención inicial, la de asomarme al mundo de la época.

 

Encontrarse con novelas históricas tan exhaustivas nos parece un logro. Relatar de manera fiel el contexto de finales del Siglo de Oro español, momento en el que surge el barroco también en la literatura, cuyos referentes son Quevedo y Góngora, puede resultar laborioso. ¿Crees que te has visto influenciado de alguna manera por estos dos escritores? ¿En qué sentido?

Por supuesto que sí, esas referencias son ineludibles, y no solo las de Quevedo y Góngora. He procurado dar entrada en la narración a recursos tales como sonetos, evocaciones teatrales, disputas poéticas, y alguna situación más reflejo del ambiente literario de la época. Mi deseo ha sido reproducirlas con la mayor fidelidad, pero con la intención añadida de hacerlas comprensibles y amenas para el lector de nuestros días.

 

Inferimos que el título de tus novelas es influencia de un poema de Góngora. ¿A qué se debe esta elección?

Es cierto que el título de la novela recoge los versos de una letrilla de Góngora de la que bueno será reproducir íntegro su comienzo:

Da bienes Fortuna

que no están escritos:

cuando pitos, flautas;

cuando flautas, pitos.

De manera festiva el escritor cordobés trata uno de los temas frecuentes en el Barroco: el cambio permanente al que está sometida la vida humana. La diosa Fortuna puede sonreírnos y colocarnos en lo más alto, en pinganitos según expresión de la época, o negarnos su favor y hacernos caer en lo más bajo. Y así es como discurren las vidas de los protagonistas de la novela, siempre pendientes del hilo que Fortuna podría cortar en cualquier momento. Tanto Diego de Acedo como otros personajes son zarandeados y llevados de acá para allá encumbrados o abatidos. Buen ejemplo de esa mudanza inexorable es el caso de su protagonista destacado de la historia, el conde-duque de Olivares, quien de ser el factótum de un vasto imperio pasó al ostracismo en un humilde pueblo castellano.

 

A través de la mirada de Diego de Acedo conoceremos los tejemanejes de la corte de Felipe IV, pero también nos encontraremos envueltos en una narración costumbrista que nos acerca a la realidad del siglo XVII. ¿Qué escenas te costaron más desarrollar? ¿Te encontraste en algún momento con falta de información para seguir la trama?

Si he de ser sincero, nunca llegué a tener la sensación de que no podía desarrollar el argumento por falta de información. Según yo lo entiendo, el discurso narrativo avanza sobre dos railes fundamentales: el uno es fruto de la imaginación; el otro aporta la información sobre la época: usos, costumbres, ambientes, acontecimientos, lugares… El segundo complementa al primero para hacerlo atractivo y convincente. En la primera vía no hay más limitación que la capacidad de fabular de cada uno; en cambio, en este tipo de narraciones históricas, la segunda vía requiere muchas veces una investigación y documentación cuidadosas, aspectos estos que, gracias a mi formación como estudioso de la época, siempre han estado a mi alcance. Con todo, sí que ha habido secuencias de la historia en las que se hacía difícil encontrar información, pero en tales circunstancias el invento de nuestro tiempo llamado internet ha venido a sacarme del apuro. Solo a modo de ejemplo: en la segunda parte hay unos capítulos cuya acción transcurre en la ciudad de Árgel, el Árgel del siglo XVII, el mismo que hubo de conocer Cervantes en su cautiverio. Ambientar mínimamente la acción en este lugar habría resultado imposible de no haber podido encontrar en la red una descripción y un plano dela época en los que se describe con detalle la ciudad en aquellos tiempos. Gran aliado del escritor es este medio si se sabe usar bien.

 

A pesar de la ardua investigación que suponemos hay detrás de estas dos novelas históricas, poco se conoce de la vida de Diego de Acedo. ¿Qué partes forman parte de tu imaginación y qué partes de la biografía de este personaje?

Buena pregunta. Lo cierto es que yo pretendía fabular y narrar sobre ese periodo de la historia y la literatura españolas que se ha dado en llamar Siglo de Oro. Para hacerlo con libertad creativa necesitaba un personaje histórico del que apenas se tuvieran datos biográficos, y eso es lo que ocurre con Diego de Acedo. Se sabe de su existencia como enano en la corte de Felipe IV por las anotaciones que la estricta burocracia palaciega dejó escritas en los legajos del antiguo palacio real: las raciones que cobraba, los vestidos que recibía, e incluso consta que le fue pagada una cabellera para cubrir una calva accidental que juega su papel dentro de la novela. Consta además que no era enano de los llamados bufones, albardanes o chocarreros, sino que debía de ser hombre de alguna instrucción pues formaba parte de la Cámara de la Estampilla, oficina en la que se firmaban los documentos que requerían el sello real. También corría el rumor de que era muy enamoradizo, hasta el punto, se decía, que el funcionario de palacio, Encinillas, había matado a su mujer por celos del enano.

Y poco más. Estas escasas noticias del personaje eran como un tenue cañamazo sobre el que poder bordar, escribir, una biografía ficticia que me permitiera mostrar el panorama histórico-social del siglo XVII

 

Relacionado con la pregunta anterior, ¿cómo fue la labor de estudio y análisis que tuviste que llevar a cabo para escribir los dos volúmenes? ¿Tenías clara desde el principio la estructura narrativa?

Como he apuntado antes, el plan general de la novela era desplegar la biografía del personaje central, Diego de Acedo, y nada se ajustaba mejor a ese propósito que seguir un desarrollo lineal, aunque pronto reparé en que este procedimiento aplicado al protagonista a lo largo de una novela tan extensa como esta podría causar cierto cansancio en el lector. Para tratar de evitarlo la biografía del protagonista, Diego de Acedo, se entrecruza y complementa con las peripecias del coprotagonista, el gigante Joan Biladons, así como con las de otros personajes secundarios, históricos o de ficción. Puedo resumir diciendo que, una vez trazado el plan de la narración, las piezas fueron encajando cual si de un rompecabezas literario se tratara.

 

En la trama destacan personajes tan dispares como el propio Diego, un enano que trabaja como funcionario, un gigante llamado Biladons que lo salva en varias ocasiones, otro funcionario llamado Encinillas que quiere atentar contra Diego, Beatriz, la mujer del protagonista…¿Qué nos puedes adelantar sobre cada uno de ellos?

El enano Acedo y el gigante Biladons son la imagen perfecta del gusto que el Barroco sentía por los contrastes extremados, y no solo en lo físico sino también en lo mental: inteligencia y autoestima notoria en el primero, mientras que el segundo apenas rebasaba la inteligencia de un niño de ocho años que viviera en una eterna y feliz candidez. Por otro lado, la vaga noticia de que el enano hubiera sido el causante de la muerte de Beatriz a manos de su esposo Encinillas, tan celoso y dominado por el sentimiento de la honra mancillada, se convierte en uno de los motores de la acción.

 

Intrigas, rencillas, amoríos, pasiones, engaños…son muchas las situaciones que nos vamos a encontrar en tus libros. ¿Qué otros elementos podrá encontrar el lector?

Todas esas peripecias que encabezan la pregunta no tienen lugar en el vacío, sino que transcurren en una época histórica que muestra múltiples facetas: la religión y la ética, la política y la guerra, la cristiandad y el mundo islámico, los entretenimientos (teatro, toros, juegos de cañas, mojigangas, justas poéticas, y el etcétera aún podría ser más largo… En definitiva, hago mía aquella definición barojiana según la cual «la novela es un saco donde cabe todo».

 

¿Qué te ha aportado la publicación de Cuando pitos, flautas y Cuando flautas, pitos? Por el contrario, ¿qué le espera al lector cuando se adentre en la narración de tus novelas?

La experiencia personal de haber escrito una novela como esta ha sido enriquecedora. Por mi labor docente ya estaba familiarizado con muchos de los personajes que en ella aparecen, pero contemplados en las páginas de la historia o en las de la literatura muchas veces son percibidos como figuras de cartón piedra, algo planas y sin vida, porque la vida ya la tuvieron y ahora su evocación recuerda la sensación que producen los epitafios sobre las lápidas. Sin embargo, al tejer la fabulación narrativa uno siente algo parecido a las palabras milagrosas del evangelio: «¡Levántate y anda!»; y ver que el personaje echa a andar y adquiere vida propia es una de las mayores satisfacciones que puede experimentar un escritor.

Respecto a la segunda parte de la pregunta, ¿qué podrá encontrar en ella el lector? Pues, sinceramente no tengo una respuesta clara, solo puedo hablar de lo que me gustaría que experimentara: en primer lugar, amenidad y entretenimiento; y en segundo, el conocimiento de una época, de sus paisajes, sus costumbres, su historia… En pocas palabras; que entrenamiento e información se complementen.

 

Como catedrático, ¿opinas que la lectura como pasatiempo sigue presente o se está perdiendo debido al surgimiento de las redes sociales? ¿Cómo se puede combatir contra la falta de motivación en cuanto a la literatura?

Parafraseando a Bertold Brecht podría decirse que no son estos buenos tiempos para la épica, para la narrativa; y es cierto que la novela tiene en nuestros días rivales poderosos. El tiempo del potencial lector es limitado, y aún lo es más si tiene que compartirlo con la avalancha de entretenimiento visual que ofrecen las redes sociales. Pero, dicho esto, hay que saber repartir las responsabilidades. Los streamings o plataformas que ofrecen distracción compiten en un cierto plano de igualdad con respecto a los libros. Ambos se vuelcan en los circuitos comerciales y el consumidor elige según sus gustos e intereses. Esa confrontación perjudica a la literatura, pero no es la única responsable de los malos tiempos que la acechan. Los malos tiempos también son producto del descrédito al que la literatura es sometida desde los estamentos que más deberían velar por ella. Como docente me ha venido escandalizando que los sucesivos planes de estudio hayan ido orillando y reduciendo la presencia de la literatura como asignatura. Esta se ha convertido en una especie de huésped incómodo con el que no se sabe qué hacer, y, al final, se ha diluido en una amalgama denominada formación humanística donde conviven lengua, literatura, historia, geografía y otras materias afines. Nuestros estudiantes no conocen a los escritores de su propia lengua, ni a los clásicos ni a los más modernos, y muchos ya ni siquiera saben que hubo alguien larguirucho, cubierto con una armadura vieja, o, a lo sumo, que nació en un lugar de la Mancha, y no es probable que se pregunten qué de bueno habrá en él cuando a su creador le dedican tantas calles y tantas estatuas. Los jóvenes estudiantes son la cantera de lectores para el futuro, y me temo que, dado el estado de la cuestión, el aspecto que acabo de mencionar cause mayor perjuicio a la lectura que la competencia con plataformas y redes sociales.

 

¿Qué opinión te merece la traducción de las novelas? ¿Te gustaría que en tu caso lectores de otros países pudieran acercarse así a tu obra?

Hay un dicho italiano que afirma «Traduttore, traditore», y puede que el aforismo tenga algo de cierto, pero no se reparte por igual entre los diferentes géneros literarios. Es probable que en el campo de la poesía al traductor le cueste más trabajo expresar en otra lengua los matices más sutiles. Sin embargo, en géneros como el teatro y la novela el discurso puede acercarse más al original en el que fue escrito. Por lo tanto, sí, me declaro abiertamente partidario de la traducción, y especialmente de las novelas, pues con ella se amplía la difusión y resonancia que un título pudiera tener.

 

¿Qué elementos crees que debe tener una novela histórica? ¿Qué le dirías a aquellos escritores en ciernes que quieren apostar por este género?

Cualquiera que quisiera embarcarse en la creación de una novela histórica debería atender a dos aspectos fundamentales. El primero se centraría en la concepción o desarrollo del personaje o personajes que protagonicen la acción; el segundo atenderá a reflejar la sociedad en la que se muevan: los usos y costumbres, los conflictos, la atmósfera y la verosimilitud como escenario por el que habrá de discurrir la acción. El autor habrá de decidir a cuál de los aspectos otorga preponderancia, y los enfoques y soluciones serán siempre resultado de su particular minerva.

 

Antes de terminar la entrevista, te dejamos un espacio para que les comentes lo que quieras a los lectores.

Desde la más absoluta modestia, me atrevo a aconsejar a los potenciales lectores, cualesquiera que sean sus gustos y preferencias, que combatan la desazón que producen los días insólitos que estamos viviendo con la lectura. Si la cultivamos podremos desvivirnos, dicho sea en el sentido más primigenio del verbo: dejar nuestras vivencias a un lado, olvidar los sinsabores o preocupaciones del vivir cotidiano para adentrarnos en otros mundos ajenos y desconocidos. Con esta receta cualquier cuarentena debería resultar más soportable.

 

Muchas gracias por la entrevista, Antonio. Desde Tregolam te deseamos mucho éxito en tu carrera literaria.

 


  • Nombre: Antonio Escribano
  • Género: novela, narrativa histórica
  • Bio:Antonio Escribano nació en España, en la ciudad de Cuenca. Azares de la vida le llevaron a Barcelona, en cuya universidad estudió Filología Románica, especializándose en la literatura del Siglo de Oro español. Su dedicación profesional se centró en la enseñanza de la lengua y literatura españolas como catedrático de un instituto de bachillerato. Fruto de su pasión por esta época, por sus acontecimientos, por sus personajes, por sus costumbres…, es la novela que ahora se hace pública.
  • Obras: Cuando pitos, flautas y Cuando flautas, pitos.

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