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Entrevista a Vicente Martín Crespo, autor de «Aguja de calceta»

Buenas tardes, Vicente. Estamos encantados de poder hablar contigo sobre tu segunda novela publicada con la editorial Tregolam, Aguja de calceta. En tu libro nos hablas, principalmente, de la relación tormentosa de un padre y su hijo entre los países Portugal y España durante los siglos XVIII y XIX.

¿Qué ha significado para ti volver a publicar? ¿Qué aspecto destacarías de todo el proceso editorial —desde la escritura hasta su venta en las librerías—?

Cuando vi en mis manos el primer ejemplar de Casa Trona, me emocioné tanto como un padre primerizo y con su presentación disfruté muchísimo. Lamentablemente, debido a la situación en la que estamos con el virus, Aguja de calceta no ha podido ser presentada y me estoy perdiendo unos momentos entrañables que espero poder recuperar cuando la situación mejore.

Antes de dar por finalizado un borrador, suelo leerlo bastantes veces, y en todas ellas, hago alguna modificación; creo que este proceso podría no tener fin, porque cualquier texto siempre puede ser mejorado, o surgir nuevas ideas que lo enriquezcan, pero en algún momento hay que darlo por terminado y pasar página, en el sentido más literal.

En cuanto al proceso editorial, destacaría la fase del diseño de portada, porque una vez terminada, será la que capte la atención del lector. Si se consigue un diseño acertado, dará un buen impulso a la obra.

En cuanto a la venta de ejemplares, se está pasando del procedimiento tradicional de grandes tiradas que se amontonaban en las tiendas, a un sistema de impresión individual bajo demanda; en estos casos, en la librería no se dispone ni de un solo ejemplar para atraer la atención de los lectores, y todo queda circunscrito a la publicidad y venta en los canales en la red.  Si llegase un día que todos los libros se editen con este sistema, uno se pregunta: ¿qué libros se podrán ver en las librerías?, ¿desaparecerán éstas? Sería muy triste, pues a todo lector le gusta tener un ejemplar en sus manos antes de comprarlo.

 

¿Siempre has tenido esta afición por la escritura? ¿Por qué has decidido en estos años publicar ambas novelas?

He tenido siempre mucha afición a la escritura, pero para desarrollar una obra yo necesito mucho tiempo y concentración. Mi jornada laboral era muy larga y disponía de poco margen y menos aún con continuidad, por lo que no pude ejecutar ninguno de mis proyectos; solo después de jubilarme he tenido la posibilidad de dedicarme a lo que me gusta. En Casa Trona trabajé cuatro años, y en Aguja de calceta algo más de dos; en la actualidad continúo escribiendo y tengo otras dos obras bastante avanzadas.

 

En esta segunda novela vuelve a aparecer, como ya lo hizo en la anterior novela Casa Trona (Editorial Tregolam), ese lugar surgido de tu imaginación llamado Algarrobares. ¿Se ha convertido en tu seña de identidad? ¿Qué significado tiene para ti este paraje?

Para tener más libertad creativa, durante la elaboración de Casa Trona, reemplacé el pueblo real de Manzanares (en la Mancha) por uno virtual, al que llamé Algarrobares, y en él destaqué los lugares que me hacían falta para seguir la línea argumental. Manzanares es el pueblo en el que nací y viví hasta los diecisiete años. Allí todavía me quedan familiares y algunos amigos; tengo entrañables recuerdos de mi infancia que veladamente he descrito en algún paraje de ambos libros.

 

«No cometas mi error y disfruta la vida con las personas con las que convivas. El futuro nadie sabe cómo será, pero algo es seguro, cuando seas viejo vas a tener cada día a menos gente contigo, y estarán solo esperando que mueras para coger lo que dejes». Esta cita que podemos leer en Aguja de calceta guarda una enseñanza de gran valor. ¿Qué otros aprendizajes crees que obtendrá el lector tras leer tu libro?

Ser madre o padre es asunto muy serio y muy difícil, que no se aprende en ninguna escuela, solo el día a día gradúa y doctora a los padres; las circunstancias de cada familia son distintas por la cantidad y las cualidades de sus miembros y las circunstancias de su entorno. Cuando en el núcleo familiar hay un hijo conflictivo, no siempre se sabe actuar adecuadamente y el riesgo de fracaso se acrecienta.

En el caso que se describe en Aguja de calceta, los protagonistas son una madre muy generosa, cariñosa, dulce y sumamente religiosa, que tuvo a su hijo más deseado en el momento en que ya no lo esperaba, que contrasta con un padre serio, formal, riguroso y agnóstico. La pareja no se pone de acuerdo en las reglas que deben adoptar para corregir el carácter conflictivo de su retoño, de tal manera que lo que uno hace el otro lo desbarata, así el fracaso está casi asegurado.

No me considero capaz de dar lecciones a nadie, porque como más se aprende es de los propios errores, pero pienso que es fundamental que los padres estén de acuerdo en los valores que quieren transmitir durante el proceso educativo, así como en la ejemplaridad que deben proporcionarles.

 

Tus capítulos están separados por acontecimientos históricos importantes que se fueron sucediendo en aquellos siglos. ¿Crees que Aguja de calceta es más una novela histórica o una novela intimista sobre la vida de una familia portuguesa con pinceladas históricas?

Siempre me ha gustado la novela histórica y puede que intente imitar este modelo en mis obras; tanto en la última como en Casa Trona, la historia está presente o en segundo plano. No sabría cómo clasificar a Aguja de calceta, algún amigo me ha dicho que la pondría entre las novelas negras. Me es indiferente la ubicación que se le dé, lo importante para mí, es que el lector quede atrapado por el argumento, que capte su interés y que el relato en su conjunto sea dinámico e interesante. Mi máxima aspiración es que al final parezca corta. Es lo que a mí me ha sucedido con las que más me han gustado.

 

La vida de Joao se torna agridulce debido a la mala relación que tiene con su hijo. ¿Qué nos puedes decir de estos dos personajes? ¿De dónde nace este rencor?

Don Joao es un hombre sencillo, formal, serio y responsable que va descubriendo en la personalidad de su hijo cualidades completamente opuestas a las suyas y, naturalmente, trata de corregirlas. Su esposa no quiere ver esos defectos obnubilada por un amor maternal exagerado. La pareja no se pone de acuerdo en la forma de enmendar los defectos del chico. La mayoría de las iniciativas que Joao emprende quedan sin efecto porque su esposa, con su adoración desmedida, le encubre sus fechorías; el chico, muy hábilmente, se aprovecha de esta disonancia entre sus padres. El egoísmo, la codicia, la envidia, y la crueldad, son parte de la personalidad de Anselmo (el hijo), que se va conformándose como un ser despiadado que lleva a su padre a situaciones límite.

 

Siguiendo un poco con la pregunta anterior, esta relación tan turbia entre padre e hijo nos lleva a hacernos diferentes reflexiones: ¿la educación —en el aspecto familiar— es una cuestión social que nos influye a todos o por otro lado hay cosas que la educación no puede solucionar?

Al nacer, una criatura es un libro con todas sus páginas en blanco. La educación que se ejerza sobre él le irá formando, tendrá que ser lenta, constante y larga, precisando mucha dedicación y generosidad por sus padres. La cuerda que mantiene unidos a estos con sus hijos se debe ir distendiendo según sus capacidades y edad y puede que haya momentos de fuerte tensión, pero la habilidad de los progenitores está en evitar que se rompa.

 

En tu novela también están muy presentes otras referencias históricas de gran relevancia como la esclavitud, la guerra entre España y Portugal, la presencia napoleónica en España, la batalla de Trafalgar, etc. ¿Siempre has tenido esta pasión por la Historia o ha brotado a raíz de la escritura?

La historia siempre me ha gustado, sobre todo conocer los motivos y circunstancias que causaron los hechos históricos y que justifican determinadas acontecimientos difíciles de entender. En la novela histórica suelen ser precisamente algunas de esas circunstancias las que hacen que un hecho determinado se asocie a un episodio de la trama, para dar más realismo a un personaje al ponerlo en mitad de un suceso relevante de la historia, así el lector lo sitúa inmediatamente, y ve más justificado su proceder.

 

Aguja de calceta destaca, además de por su estilo narrativo y el rico lenguaje, por la gran variedad de personajes que intervienen. Joao, Renata, Anselmo, María del Pilar, Agustín, Danilo, Crescencio, Leocadio, Fuencisla, etc. son algunos de los protagonistas principales de esta historia tan deslumbrante. ¿Por cuál de ellos sientes más apego? ¿Por qué?

Todos son «hijos míos», y he tenido que establecer el marco de sus personalidades, pero es don Joao por quien más simpatía siento, por ser el centro de la historia; es el que más lucha, el que más sufre, el que más se esfuerza y el que resulta finalmente un fracasado, aunque tenga el premio de consolación con su hija.

 

El final de la novela es inesperado e impactante. Por el epílogo sabemos que este está basado en hechos reales. ¿Comenzaste la novela conociendo ya el final o te topaste con este suceso durante el proceso de escritura? ¿Crees que un escritor debe conocer el desenlace de sus historias antes de ponerse a escribir o por el contrario también es válido que «la historia se vaya escribiendo sola»?

En este caso conocía el final desde niño, era una vieja historia que oí contar varias veces a mis mayores. Por lo tanto, sabía a dónde quería llegar, también sabía que debía haber un personaje cruel y despiadado, por eso creí conveniente empezar a modelarlo desde niño en el entorno adecuado.

Me resultaría difícil escribir una novela sin tener decidido el desenlace final, aunque es cierto que hay personajes marginales que surgen en un momento dado y van tomando protagonismo a medida que se desarrolla la trama. Fue el caso de Danilo, que era solo un amigo de infancia con poca transcendencia, y que llega a ser un elemento muy importante.

Soy bastante tradicional en la forma de desarrollar un argumento y me gusta mantener el interés del lector e irlo acrecentando hasta llegar al desenlace final. No creo que se pueda conseguir algo bueno sin saber a dónde se quiere llegar, me cuesta creer que una historia interesante salga sola sin esfuerzo, al menos yo no sabría hacerlo.

 

De hecho, el título Aguja de calceta es bastante revelador una vez que el lector llega al final. Un elemento clave para la historia que no se desvela hasta alcanzar las últimas páginas. La tensión que siente el lector por desencriptar el significado del título se ve satisfactoriamente resuelta finalmente. ¿Pensaste en otros títulos o siempre tuviste claro cómo querías bautizar tu segunda novela? ¿Por qué te decantaste finalmente por este título?

Inicialmente dudé entre Aguja de calceta y las frases que dice el bebé y que también son cruciales para el desenlace final, pero me decidí por la primera porque me pareció menos revelador, más enigmático.

 

Antes de dar por terminada la entrevista, Vicente, te dejamos un espacio para que les comentes lo que quieras a los lectores.

Agradecer a los lectores de Casa Trona, los muchos elogios que me han llegado de ella. Espero que con Aguja de calceta también puedan disfrutar. Muchas gracias.

 

Muchas gracias por tu tiempo y por tu amabilidad. Estaremos esperando nuevos títulos bajo tu firma.

 

 


  • Nombre: Vicente Martín Crespo
  • Género: novela
  • Bio: Vicente Martín Crespo nació en 1944 en Manzanares (Ciudad Real), estudió en el instituto Maestro Juan de Avila  y la Escuela Normal de Magisterio, en Ciudad Real, y en la Escuela Superior de Ingenieros de Minas de Madrid. Residió en Madrid, Málaga y desde 2010 lo hace en el municipio de Arganda del Rey (Madrid). Tras su larga vida laboral desarrollada en varias empresas de un grupo internacional de telecomunicaciones, recuperó su afición a la escritura a la que no había podido dedicarse  por falta de tiempo. Casa Trona fue su primera novela, publicada en octubre de 2018 y cuya trama se desarrolla en la primera mitad del siglo XX en un pueblo imaginario llamado Algarrobares. Aguja de calceta, se desarrolla entre los siglos XVIII y XIX, iniciandose en Lisboa y acabando en dos pueblos manchegos: Olivilla y Algarrobares (Membrilla y Manzanares en la realidad). Se terminó de escribir en septiembre de 2019.
  • Obra: Aguja de calceta

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