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Entrevista a JB Rodríguez Aguilar, autor de «Canyonlands: balada de una cuarentena»

Bienvenido, JB. Muchas gracias por responder a esta entrevista con motivo de la publicación de tu quinta novela Canyonlands: balada de una cuarentena. En este libro nos cuentas la experiencia del confinamiento en Madrid vista a través de los ojos de un fotógrafo estadounidense llamado Mike Bradford.

¿Escribiste esta novela durante el confinamiento o fue algo que surgió después? ¿Cómo fue el proceso interno que se manifestó en ti a la hora de adentrarte en esta historia?

¡Hola, encantado de atenderos siempre! Sí, así fue, Canyonlands es una novela corta que escribí de principio a fin durante los meses de confinamiento severo, en abril y mayo de 2020. Fluyó toda ella del tirón en esos momentos de encierro obligado, y es cierto que el detonante para escribirla fue la propia experiencia de estar confinado; si bien la idea germinal de la narración venía de antes, de un viaje que realicé en otoño de 2019 por Estados Unidos.

 

Mike Bradford se dispone a volver a su casa, tras un trabajo como fotógrafo en el Sáhara, y debe hacer escala en Madrid. En ese lapso, se encuentra de frente con la pandemia: «En esos instantes, asumió dos cosas que se le presentaban como definitivas: primera, había perdido su vuelo a Chicago; segunda, estaba confinado por cuarentena en un hotel de Madrid». ¿Cuánto tiene de autobiográfico tu personaje?

Creo que el personaje de Mike es uno de mis favoritos, pues me identifico mucho con él, a pesar de que, en la realidad, somos muy distintos. Ni mi trabajo ni mis circunstancias personales tienen nada que ver con las suyas. Él es un fotorreportero aventurero por el mundo, y yo soy un escritor encerrado a diario en su office. Así que no se trata de un personaje en el que pueda trazar rasgos autobiográficos. Sin embargo, hay algo en su forma particular de percibir la existencia, así como también en su introspección y en su flema a la hora de aceptar los caprichos de la vida, con los que conecto y empatizo sinceramente. Y pienso que muchos lectores lo harán también.

 

Hablando de tu protagonista, ¿qué te hizo decidirte por la elección de un fotógrafo estadounidense? ¿Cómo le afecta en particular la pandemia en un país extranjero con todo lo que eso conlleva?

Quería un personaje de acción, lanzado y aventurero, pero también, en buena medida, sensible y reflexivo. Me pareció que el espíritu emprendedor norteamericano iba mucho con el tipo de personaje que tenía en mente. Y el ámbito del fotoperiodismo, cuando se lleva a cabo como pasión, como vocación vital, se me antojaba muy verdadero, ya que permite documentar, a través del ojo de una cámara, las más diversas realidades humanas y del planeta. Con el añadido de hacerlo desde una perspectiva de belleza. Luego profundicé en la biografía de algunos maestros del fotoperiodismo internacional, como el gran Sebastião Salgado, a quien se menciona a lo largo de la historia, y mi admiración por este mundo no hizo sino crecer y crecer.

 

La aparición de la covid ha supuesto un cambio mundial en muchos niveles —sociales, políticos, legislativos, etc.— ¿Crees que también podría afectar al mundo literario en cuanto al consumo de lecturas de una manera más positiva?

Sin duda, la lectura ha sido uno de los pocos abrigos confortables en los que nos hemos podido refugiar durante todo este tiempo. Y parece claro, por las estadísticas que se van publicando, que los índices de lectura han crecido a lo largo de la pandemia. Pero más allá de este fenómeno, que puede ser coyuntural, pienso que lo realmente importante es que nuestras lecturas se han redirigido hacia asuntos más profundos, y de mayor calado humano y científico. Los lectores se han hecho más auténticos quizá, y la literatura, a rebufo de ellos, se ha desvestido bastante de su trivialidad, de su efectismo; ha ganado en hondura, lo cual es de agradecer, en mi opinión.

 

Siguiendo con lo anterior, en este contexto, también se fomentó la literatura de internet en la que el poema de una chica estadounidense se hizo viral. Además, otras grandes editoriales ofrecieron la descarga gratuita de muchas de sus novedades literarias. ¿Crees que la gente se ha vuelto a olvidar de la literatura o ahora la valora más?

Pienso que la gente ha podido, no tanto descubrir, como apreciar de nuevo el valor sin igual de la palabra y de la comunicación durante esta pandemia. La literatura, como todo arte, pretende comunicar. Los que siempre hemos leído, nos hemos reafirmado en lo hermoso de leer. Y los que no lo hacían, han probado a hacerlo por primera vez de forma voluntaria, con mayor o menor satisfacción personal. A este respecto, vuelvo a mi respuesta anterior: a mí parecer, la literatura de ficción se ha desnudado para bien. Se ha quedado con lo esencial de su función, que es comunicar de un modo especial pensamientos, vivencias e ideas, y ha dejado atrás cierto tufo que tenía de artificio y de postureo, hoy que está tan de moda esta expresión.

 

Esta es una novela de reflexión vital, pues a la vez que Mike va siendo testigo de la pandemia en España, realiza una regresión hacia un recuerdo en particular: aquella vez en la que hizo un fotorreportaje en el desierto de Canyolands. ¿Qué tiene de especial este lugar que se convierte en otro personaje más de tu novela? ¿De qué manera influye en el protagonista?

El embrión de la novela, del que antes he hablado, surge de un viaje a Estados Unidos en el que tuve la suerte de recorrer brevemente el Parque Nacional de Canyonlands, en el estado de Utah. Durante la ruta a pie que realicé por el parque, me abordó una sensación muy liberadora de desconexión, de libertad y de amplitud vital… Me afloraron un montón de recuerdos personales también. Tomé apuntes y, a la vuelta de mi viaje, quería escribir un relato sobre esta experiencia, medio mística. Pues bien, lo que sucedió luego, durante los meses de confinamiento, fue que experimenté una sensación similar de amplitud, a pesar de estar encerrado en un piso de una ciudad como Madrid… La mente, al no tener las  preocupaciones ni las rutinas del día a día, volaba y se sentía más libre. Más o menos lo mismo que le sucede a Mike, cuando se ve confinado por azar en un cuarto de un hotel. De la crónica de esos días de encierro, combinada con la vivencia de Canyonlands, nació la narración.

 

Mike no solo está alejado de su país natal, sino también de su hija, Olivia, con la que mantiene conversaciones entrañables por teléfono. ¿Actúa ella como estabilizador del personaje principal? ¿Qué otras cosas le aporta desde la lejanía a Mike?

El personaje de Olivia, la hija de Mike, es fundamental en el relato. Por una parte, es el contrapeso que permite a Mike a conectar con lo más bonito y verdadero que hay en esta vida: el amor hacia su hija. También es un elemento de apoyo que lo ayuda a sobrellevar la cuarentena en la distancia. Cada llamada que Mike le hace después de los aplausos en los balcones por las tardes, es un soplo de vida par él. Por otra parte, en cambio, supone un elemento de contradicción personal: su hija le genera interrogantes y lo sitúa frente a situaciones incómodas de explicar o, simplemente, inconcebibles desde el punto de vista de un adulto; escenarios que le hacen reconsiderar la propia lectura que de la realidad hacemos las personas mayores.

 

Tu novela aúna muchos elementos alegóricos que subyacen en cada cavilación que tiene el protagonista en la habitación de su hotel: desde la relación con su exmujer, pasando por su hija hasta la existencia misma del ser humano. ¿Podríamos denominar a Canyonlands: balada de una cuarentena como una novela filosófica también? ¿Qué aprendizaje sustrajiste tú, como autor, de la pandemia?

El relato está concebido en tono de crónica, y salpicado, como bien dices, con numerosos incisos que llevan a la reflexión; a veces filosófica, otras personal y otras veces, poética o mística incluso. Quería, a través de este texto, abordar una especie de género mixto: servirme de la narración para ir presentando otros registros lingüísticos, que llevaran al lector a lugares insospechados. Un poco como las conversaciones de Mike con Olivia. Espero haberlo conseguido…

En cuanto a mi aprendizaje de la vivencia actual, ha sido doble: en primer lugar, el de empezar a vivir con menos certidumbres, seguridades; aceptando nuestras limitaciones como seres vivos, tal y como la pandemia ha puesto al descubierto. Y al mismo tiempo, valorando las cosas más esenciales, aquellos hábitos que más alegría nos aportan en momentos así; la lectura entre ellos.

 

Tu estilo, representado principalmente a través del discurso de Mike, es lírico y meditabundo. Destacan los soliloquios, principalmente, así como la ausencia de descripciones banales, lo que enriquece en todo momento la acción. ¿Cómo definirías tu voz narrativa?

No soy la persona más adecuada para definirla, pero trato básicamente de contar historias que atrapen al lector por medio de una trama narrativa, y que, no obstante, trasladen su percepción e imaginación hacia hallazgos nuevos. Antes pretendía lograrlo en base al estilo; ahora persigo eso mismo, aunque más a través de juegos conceptuales o de planteamiento narrativo. Me gusta contar historias con cierta delicadeza, y con una carga de profundidad disimulada en el enredo que está en superficie. En esta novela, particularmente, me he dejado guiar por mis lecturas de literatura contemporánea norteamericana, que se dejan sentir mucho en el tipo de prosa.

 

Como mencionábamos al principio, esta es tu quinta novela publicada. Como autor, ¿has notado alguna evolución en tu escritura? ¿Consideras que para ser escritor hace falta un entrenamiento exhaustivo y diario? ¿O únicamente hay que escribir cuando llegue la inspiración?

Mi sensación como autor es que, poco a poco, con cada historia que he ido escribiendo, me he ido desnudando también. Posiblemente, el recubrimiento de las historias que ahora escribo no sea tan efectista, ni persiga el brillo con cada frase o párrafo, como antes podía perseguir. El estilo, sobre todo en esta novela, es casi de crónica periodística o ensayística. Sin embargo, el enfoque y las asociaciones de elementos líricos y filosóficos que hay por debajo resultan mucho más ricos que el de otras historias. Generan un mundo de ficción sutil y distinto.

En cuanto a mi rutina de escritura, es algo que trato de hacer a diario. Para mí, es un proceso que tiene mucho de ejercicio, de trabajo y, en ocasiones incluso, de tortura, cuando me noto espeso ante el ordenador. Puede haber momentos de silencio o de «parálisis ante el folio en blanco», pero la inspiración, no es que te visite trabajando, es que solo se desencadena si estás activo, escribiendo.

 

Nos ha encantado hablar contigo, JB. Pero antes de despedirnos, ¿querrías comentarles alguna cosa en particular los lectores?

El placer ha sido mío. No me queda más que decirles que se lancen a la lectura de Canyonlands, si les ha interesado algo de lo comentado aquí. Y tras ella, la de tantas otras buenas historias publicadas y disponibles en las librerías, bibliotecas o plataformas online… Que lo hagan siempre con espíritu de sorpresa, de abrir sus mentes, pues eso es lo más valioso que, en mi opinión, les puede aportar un libro. Un buen libro siempre nos hace crecer.

 


  • Nombre: JB Rodríguez Aguilar
  • Género: novela
  • Biografía: escritor, traductor y gestor editorial madrileño. Ha completado los estudios de Bellas Artes en la Universidad Complutense y ha trabajado durante catorce años como bibliotecario y gestor del sitio web y redes sociales en la Red de Bibliotecas Públicas Municipales de Madrid. Actualmente se dedica en exclusiva a la escritura, a la traducción y a diversos proyectos editoriales a través de la marca Nexus Literario.Como escritor, ha publicado cinco novelas: Umbrío, entre los muertos (2011), acompañada de la banda sonora original compuesta por el músico Eduardo de la Iglesia; la novela corta La rueda del extravío (2013) y El berbiquí (2014) –todas ellas con Éride Ediciones–; y con Malbec Ediciones: Sones de Iemanyá (2017) y Canyonlands, balada de una cuarentena (2020). Es autor, además, de la colección de relatos fantásticos Cuentos de indagación y neurosis, ganadora del XIV Premio de Cuentos del Ateneo de La Laguna y editada por dicha institución en 2010 (reeditada por Éride en 2015). Ha publicado asimismo numerosos relatos, reseñas y crónicas en antologías, blogs y revistas como Culturamas o Salamandra, así como en la página web del Ayuntamiento de Madrid. Como traductor del portugués al castellano, ha traducido en solitario la novela Los bruzundangas (Rapsoda, 2016), del escritor brasileño Lima Barreto (1881-1922). Y junto a Bethania Guerra de Lemos: las antologías de relatos Cuentos de Madurez (Pre-Textos, 2011) y Cuentos fluminenses (Rapsoda, 2015), de Joaquim Maria Machado de Assis (1839-1908); la novela La corrala (Plaza y Valdés, 2016), de Aluísio Azevedo (1857-1913); y el poemario Días insólitos (Manuscritos, 2013), de Márcio Catunda.
  • Redes sociales: Facebook, YouTube, Instagram, web del autor
  • Obra: Canyonlands: balada de una cuarentena

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Disponible en: Amazon, Casa del Libro y web del autor

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