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Entrevista a Iván D. Gómez, autor de «Las relaciones internacionales globales del siglo XXI»

Hola, Iván. ¿Cómo estás? Te agradecemos que nos respondas a una serie de preguntas acerca de tu primer libro publicado Las relaciones internacionales globales del siglo XXI (Editorial Letrame), el cual responde a una serie de investigaciones acerca del futuro de la política a nivel mundial.

Cuéntanos, Iván, ¿qué te ha llevado a escribir este ensayo exhaustivo sobre la política exterior?

Mi vocación y pasión son el estudio académico de las Relaciones Internacionales. Toda mi carrera académica ha estado basada en el estudio de esta disciplina. Comencé a escribir este ensayo a finales del año 2018 y lo hice porque creo que la sobresaturación informativa y la parca formación que posee la ciudadanía sobre el funcionamiento del mundo en términos de causas y consecuencias, perspectiva histórica, proyecciones futuras y demás imposibilitan que los ciudadanos dispongan de un criterio bien informado y entendido sobre las Relaciones Internacionales y las Relaciones Globales.

Dedicas gran parte del libro a hablar sobre la gestación y posterior creación de la Unión Europea. Últimamente, y sobre todo tras el Brexit, parece que no es todo oro lo que reluce. Entonces, ¿qué es mejor? ¿seguir perteneciendo a un sistema económico y político común o crear una economía propia fuera del yugo de los países ricos europeos?

Valga decir que durante mi adolescencia y gran parte de mi edad adulta hasta la crisis de 2008, yo me consideraba un europeísta convencido en el sentido que creía realmente que la Unión Europea podía evolucionar hacia una especie de «Estados Unidos de Europa», término que paradójicamente acuñó un británico: sir Winston Churchill, en 1946. Una experiencia bastante desagradable que tuve precisamente en Reino Unido cuando tenía veinticinco años cambiaría mi percepción. Estuve buscando trabajo estérilmente en ese país durante un año y no lo conseguí viendo cómo británicos, alemanes y franceses me pasaban por delante teniendo la misma formación. Eso hizo que me diera cuenta de que el tratado de Maastricht por el cual se garantiza la libre residencia y acceso al mercado de trabajo de cualquier ciudadano de la Unión en cualquier estado miembro era papel mojado. No todos los ciudadanos europeos teníamos los mismos derechos en la práctica y las empresas británicas recurrían a una ignominiosa selección por nacionalidad basada en prejuicios y no en méritos laborales y académicos.

Años más tarde se produjo el Brexit y entonces lo entendí todo.

La no aceptación en referéndum del proyecto de Constitución Europea en 2005 por los ciudadanos de uno de sus más fervorosos  miembros como es Francia fue algo incomprensible a menos que demuestre que no existe una identidad europea y que la Unión en sí se ha construido por Estados y para Estados.

Sin embargo, no es mi intención tampoco enmendar la plana al proyecto europeo. Está claro que, sobre todo en el Área Schengen, la libre circulación de personas, capital y mercancías es, a priori, positivo ya que al existir un mercado único integrado, las empresas ahorran en aranceles y al existir una moneda única las personas pueden moverse libremente por la zona euro sin incurrir en gastos de conversión de moneda.

Es una estructura economicista que se basa en el manejo tecnocrático de la economía global que, sin embargo, carece de una identidad fuerte como la que puede tener un estado nación. A pesar de más de setenta años de proyecto europeo, los ciudadanos siguen pensando en clave nacional sin pararse a reflexionar que más del 50 % de las leyes que nos gobiernan nacional y regionalmente proceden de la Unión Europea bien a través de transposición mediante la adopción de directivas y reglamentos, bien a través de decisiones que afectan directamente al día a día de todos los ciudadanos europeos en materias como aduanas, asuntos institucionales, consumidores, agricultura, pesca, comercio exterior, competencia, salud pública, medios de comunicación, entre muchas otras.

Por otro lado, la crisis financiera iniciada en 2008 destapó un escandaloso y decepcionante esquema económico y financiero por el cual en el caso de que un Estado miembro atraviese problemas de deuda o de liquidez el resto de estados miembros solo acuden en su ayuda bajo previa firma de un tratado de intervención en sus políticas y finanzas nacionales de una forma despótica y usurera. Tuvimos como ejemplos más claros a Grecia, Irlanda y Portugal, aunque recuerdo que España también fue intervenida en su sector financiero.

Da la sensación que la Unión Europea es unión mientras las cosas van bien y, no obstante, se cae en una dinámica de autoprotección y de insolidaridad cuando van mal.

Tu libro es muy interesante, sobre todo para comprender la situación actual en la que nos encontramos. Es por eso por lo que haces un recorrido histórico con respecto a los modelos político-económicos que han existido y que, de una manera u otra, nos han llevado adonde estamos hoy. Sin embargo, actualmente, parece haber una sobresaturación de información que genera el efecto contrario. ¿A qué fuentes fiables debemos recurrir para saber lo que ocurre en el mundo?

Como decía anteriormente, existe una sobresaturación de información intencionalmente parcializada que ofrece un producto llave en mano al consumidor de información, o sea, a todos nosotros. A parte de eso, vivimos en la sociedad de la información hipertextualizada en la que es muy difícil poder discernir qué es verdad de lo que no lo es y, dentro de lo que es cierto, poder determinar el grado de parcialidad de dicha información.

La presentación de una noticia no tiene por qué ser necesariamente un bulo. Por ejemplo, un medio de comunicación puede presentar una información fidedigna que, sin embargo, por razones puramente comerciales y para atraer a más lectores, la noticia puede estar sacada de contexto o simplemente con unos detalles o con unas cifras que pretenden atraer al lector. Dichas cifras pueden ser ciertas pero poco relevantes o no comparadas suficientemente en un contexto determinado.

Hay que tener en cuenta en, cualquier caso, que todo lo que se lee, aun siendo de «marcas» robustas, todo el contenido está parcializado ya que responde a unos intereses políticos y económicos determinados.

Lo que yo hago es leer diferentes marcas de medios de comunicación y compararlas para poder hacerme un criterio determinado sobre una misma noticia. Comprendo que la ciudadanía no tiene tiempo para contrastar siendo las noticias llave en mano más prácticas para el ritmo frenético de nuestra sociedad.

«El actual modelo económico global solo tie­ne una apariencia liberal formal pero en realidad se trata de una continuidad en la explotación de los recursos por parte de unos y en detrimento de otros». Esta es una de las afirmaciones que podemos leer en tu ensayo acerca de la distribución de la riqueza. ¿Crees que se pueden crear modelos para que todo esté más equilibrado? ¿O el capitalismo, per se, no permite que todos los países sean ricos? ¿Crees que se podría implantar un modelo distinto al capitalismo a nivel global?

Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, el capitalismo imperante en Europa Occidental y hasta cierto punto en Estados Unidos era el de corte Keynesiano. Un sistema mediante el cual parte de la plusvalía generada en el sector privado se reinvertía a través de impuestos en el sector público y éste gracias al consenso entre las izquierdas y las derechas distribuía la riqueza de forma bastante eficiente y equitativa. De esta forma se garantizaba una educación y una sanidad gratuitas y universales además de financiar holgadamente pensiones de jubilación, de incapacidad entre otras. Es más, aun había dinero para financiar infraestructuras básicas del Estado como las carreteras, los ferrocarriles, puertos y aeropuertos. No hay que olvidar que fue el sector público quién puso el primer hombre en la Luna mediante el programa Apolo de la NASA.

Y todo ello en un contexto de sindicatos fuertes (sobre todo en Europa) y con efectiva capacidad de acción, es decir, sus protestas y sus huelgas podían poner en entredicho a muchas empresas. No podían ser ignorados.

Políticamente, las izquierdas mantenían el panorama político tensionado ya que tanto socialdemócratas como comunistas intercambiaban rédito político a cambio de «mantener a raya» a aquellos elementos más radicalizados que amenazaban con derrocar a los regímenes establecidos mediante revueltas y golpes de Estado o a través de la violencia política organizada en grupos como el RAF alemán, las brigadas rojas en Italia, el IRA en Irlanda o ETA en España. Por tanto, la titánica labor de los Estados en Europa era contener la amenaza comunista siempre avalada por el régimen soviético.

En 1991, todo lo anterior cambia, la Unión Soviética se desintegra, los grupos violentos apoyados por ella también lo hacen, los partidos de izquierdas democráticos dejan de tener un valor de intermediario transaccional, los sindicatos pierden fuerza negociadora lo que lleva a que sus protestas y huelgas tengan cada vez menos peso, la irrupción de nuevos Estados economicistas como la República Popular China y los Estados petroleros del Golfo Pérsico drenan las arcas públicas y privadas de los países europeos, las industrias se deslocalizan, consecuentemente, el incremento del desempleo se hace estructural y la deuda de los hogares aumenta exponencialmente mientras los salarios bajan.

Como colofón, gracias a las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación, es posible generar nuevos esquemas de evasión y elusión fiscal por lo que las grandes corporaciones se “desacoplan” del Estado en el que nacieron y esto conlleva que la mayor parte de su plusvalía generada ya no vaya a parar como antaño a las arcas públicas sino que se reinvierta en valores en Wallstreet haciendo a unos pocos mucho más ricos y produciendo cada vez más pobreza en cualquier punto del globo dada la capacidad de estos entes transnacionales de influir para modificar los precios de los mercados globales de una forma especulativa.

Cabe resaltar que sin una ideología determinada que es el Neoliberalismo, todo esto no se podría haber llevado a cabo.

El Neoliberalismo se concibe a partir de la década de 1970 y es impulsado por los monetaristas de la Escuela de Chicago como Milton Friedman. Es desarrollado en el Consenso de Washington de la década de 1980 y, políticamente, es ejecutado por una parte por el presidente de Estados Unidos Ronald Reagan (1981-1989) y la premier británica Margaret Thatcher (1979-1990) y por la otra por el Secretario General del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética y presidente de la URSS, Mikhail Gorvachev (1985-1991) y de los tecnócratas rusos que le siguieron.

En cuanto a la pregunta sobre si un sistema socio-económico distinto al Capitalismo es posible. La respuesta es que sí. El capitalismo desde que nació aproximadamente en el siglo XVII no ha hecho otra cosa que mutar para adaptarse a las singularidades tecnológicas y políticas que se le presentaban. Así tenemos un Capitalismo mercantilista hasta el siglo XIX que obtiene la plusvalía de cualquier punto geográfico pero que está basado en una Europa todavía feudal y agraria; en el siglo XIX se aprecia un primer capitalismo industrial con base de producción en Europa y que transforma a los campesinos en obreros y está basado en la extracción de materias primas en las colonias y dominios, producción europea y mercantilización global; en el siglo XX se aprecia un capitalismo orientado a las dos guerras mundiales y la irrupción del primer Estado socialista que adopta una forma de capitalismo basado en la planificación de la economía en contraste con la economía de libre mercado que había imperado en los países occidentales desde el siglo XVIII; y finalmente tenemos el capitalismo keynesiano predominante en las democracias liberales a partir de 1945 y el Capitalismo estatal de economía planificada representado por la Unión Soviética hasta 1991.

Con esto quiero decir que los sistemas socio-económicos son organismos vivos que se originan, evolucionan y finalmente eclosionan y desaparecen dando lugar a otros tipos de sistemas.

El capitalismo no es una excepción y estoy de acuerdo con el autor Niño Becerra en su libro Capitalismo 1679-2065. En este libro, el autor se aventura a darle un año de defunción al capitalismo así como un año de nacimiento. Yo no soy tan drástico, creo que así como es imposible ponerle un año de origen también es imposible ponerle un año de extinción. Los sistemas socioeconómicos se originan gradualmente dejando obsoleto al anterior. En la transición, el antiguo sistema da sus últimos coletazos con versiones disfuncionales del mismo incapaces de resolver los retos presentes y futuros.

De esta forma, el Feudalismo bastardo que se presenta en Europa a partir del siglo XV y que se acelera en el siglo XVI y hasta el XVII fue un sistema en el que las relaciones de vasallaje que se habían mantenido durante siglos dejan de funcionar y el rey consigue mantener a sus antiguos vasallos en su puesto pagándoles con dinero. Una especie de protocapitalismo.

En la actualidad, es cada vez más aparente que el capitalismo está dando lugar a un nuevo sistema intermedio acuñado como Financiarismo.

Durante la vida del capitalismo, lo central de la estructura eran los mercados y los productos tangibles. Sin embargo, cada vez más se ve como el poder ya no radica en quién vende más sino en quién domina a los demás con esquemas de deuda. Así mismo, los productos tangibles están siendo reemplazados en importancia por productos digitales altamente especulativos como las criptomonedas.

Teniendo en cuenta las diversas crisis por la que ha pasado España en las últimas décadas, ¿qué ventajas ofrece el neoliberalismo?

La crisis financiera iniciada en 2008 y nunca del todo acabada, aunque algunos autores hablen de su finalización hacia 2014-2015 y la crisis de la pandemia causada por la aparición del virus SARSCOV2 ha dejado a España en un estado decadente.

El neoliberalismo ha dejado esa estela de decadencia y ha dejado a sectores clave como el sanitario altamente privatizado y drenado de recursos completamente expuesto a la precariedad laboral y a la falta de equipos apropiados para afrontar la crisis sanitaria.

Por otro lado, el fondo de recuperación aprobado por la Unión Europea es un claro ejemplo de cómo los Estados dominantes como Alemania en ciertas circunstancias de empeoramiento de los términos de intercambio y, consecuentemente, de la tasa de ganancia están dispuestos a desembolsar a fondo perdido ciertas cantidades de dinero. Es decir, tal como lo indico en el libro, ante un deterioro de las infraestructuras de los países dominados, los países dominantes se preocupan por las condiciones económicas de los mercados en los que desean colocar sus bienes y servicios. Lo que en palabras del geógrafo David Harvey son los ajustes espacio-temporales del capital.

Con la pandemia, la economía global se ha visto afectada de manera preocupante. ¿Te animas a realizar un augurio sobre la situación económica internacional de aquí a corto plazo?

Está claro que la estrategia económica a corto plazo pivota sobre dos ejes fundamentales en el mundo y en Europa. A escala global, lo más importante es la vacunación masiva con el objetivo de que se reduzcan las muertes y los casos graves. Solo así se descongestionarán los hospitales y los servicios sanitarios y, de esta manera, los Estados comenzarán a retirar las restricciones a la movilidad que son lo que dificultan el comercio y, por lo tanto, la economía.

A escala europea y nacional, habrá que sumar a la vacunación masiva lo que anteriormente he citado los fondos de recuperación que incluyen créditos blandos y una sustancial cantidad en concepto de ingresos a fondo perdido.

Los Estados europeos van a aprovechar este viento de cola para transformar la economía de una carbonizada y del siglo XX a una enverdecida del siglo XXI. Las energías renovables como la fotovoltaica y la pila de hidrógeno van a revolucionar la forma de impulsar los medios de transporte. La digitalización y robotización de los procesos van a cambiar paulatinamente nuestra forma de producir, distribuir y consumir.

Auguro, si no hay más percances imprevistos, que se va a inaugurar una época parecida a la que siguió a la Segunda Guerra Mundial, aunque dudo que sea tan longeva, en la que se va a producir un cambio de hegemonía a escala global y el decadente Estado estadounidense va a ceder el testigo a otra potencia o grupo de potencias que le tomarán el relevo.

En tu libro nos cuentas que las relaciones internacionales surgieron con el Tratado de Westfalia a partir del cual surge el Estado Moderno. Han pasado cuatro siglos de aquello. ¿En qué ha evolucionado el concepto de Estado? ¿Nos dirigimos hacia un Estado Economicista o ya estamos en él?

El Tratado de Westfalia puso fin a una guerra religiosa entre las diferentes entidades políticas que existían en la Europa del siglo XVII. Básicamente lo que pretendía era fijar unas fronteras estables para que cada entidad ejerciendo su soberanía decidiese qué religión oficial deseaba adoptar sin que ninguna otra entidad ajena injiriese en sus asuntos.

El hecho distintivo basado en la religión pronto sería sustituido por el concepto de nación desarrollado en el siglo XVIII y puesto en práctica con la Revolución estadounidense y la Revolución Francesa.

El Estado nación se convertiría en la manifestación política y geográfica del capitalismo y permitiría destronar al Antiguo Regimen feudal a través de la movilización de todas las fuerzas productivas. Así, los campesinos emigrarían a las ciudades y se convertirían en obreros en fábricas a la orden del patrón, los antiguos gremios de oficios feudales serían despojados de sus herramientas y puestos a trabajar también a la orden del Capital, la Iglesia perdería su poder socio político y económico y sería despojada de su prerrogativa recaudatoria así como de sus tierras que serían expropiadas a través de mecanismos como las diversas amortizaciones y vendidas al capitalista para que instalase en ellas fábricas.

El capital no solo dominaría de facto el factor trabajo y el factor tierra sino que además presionaría al monarca para obtener poder político y de decisión en la nación transformando el antiguo parlamento corporativo formado por gremios en un poder legislativo formado por representantes de la nación. Dejando claro que en el siglo XVIII y XIX la nación se entendía formada por los burgueses y terratenientes que superaban un mínimo establecido de rentas al año.

Este tipo de Estado orientado hacia la industria permitió construir en dos siglos el mundo que conocemos. En el siglo XX, vimos como el Estado era capaz de realizar todos los cambios antes mencionados de forma introspectiva como se constató a partir de la Revolución Bolchevique de 1917 o la Revolución Maoísta de 1949.

Durante la era industrial, el Estado dominó de forma explícita a través de colonias, dominios y protectorados y el colonialismo era una práctica reconocida por la comunidad internacional. Las guerras mundiales causadas precisamente por el colonialismo del siglo XIX destronaría para siempre esta práctica y la dominación tendría que llevarse a cabo mediante un conjunto de fuerza militar insuperable: armas nucleares, una ideología universal dominante: democracia liberal vs Marxismo-leninismo hasta 1991 y Neoliberalismo desde entonces hasta nuestros días, un cambio en la estructura de algunos Estados: el Capitalismo de Estado ruso, chino o saudí y las tendencias economicistas del Estado liberal en Europa occidental y Estados Unidos.

Con lo cual podemos afirmar que vivimos en una época en la que el Estado tanto liberal como autoritario convergen en su forma sutil de dominación mediante el economicismo que consiste en la dominación de mercados internacionales a través de una combinación de estructuras de seguridad y defensa, de deuda, comerciales y todo ello envuelto en una envoltura digital con su avatar en el ciberespacio.

 

Como investigador y escritor, ¿con qué problemas te has enfrentado a la hora de escribir este libro? ¿Cómo ha sido la experiencia de publicar todos tus estudios y análisis?

En el proceso de investigación siempre debo analizar lo que un texto académico, de una institución oficial o una entrevista quieren expresar.

Pasa un poco lo que decíamos antes con los medios de comunicación: hay que discernir lo que es verdad de lo que no es y después pasar otro filtro para entender que es lo que me quiere «vender» y si yo lo quiero «comprar».

Por otro lado, he tenido problemas de financiación con algunas instituciones por tener un discurso no compatible muchas veces con el suyo.

¿Qué opinas del concepto «dictadura democrática»? ¿Los gobiernos cada vez más tienen políticas más coercitivas? ¿Estamos engañados en cuanto a la libertad se refiere?

No entiendo el concepto. Es decir, las dos palabras forman a mi entender un oxímoron. Una dictadura no puede ser democrática y una democracia no puede ser una dictadura. Otra cosa es el nombre de marca o propagandístico que se le asigne a un régimen que es en la práctica una dictadura. Un ejemplo claro sería la extinta República Democrática Alemana o la presente República Democrática de Corea o la República Democrática del Congo.

Otra cosa es analizar la calidad de una democracia determinada en términos de derechos humanos, estado de derecho, entre otros.

Las últimas crisis económicas, financieras y sanitarias han basculado a muchos estados hacia la relajación en la observación de determinados derechos tanto de los denominados “negativos” como pueden ser la libertad de expresión, de reunión, manifestación y protesta con un endurecimiento de las medidas coercitivas y, por otro lado, los denominados “positivos” como pueden ser el derecho a una sanidad y a una educación públicas y de calidad.

En cuanto al concepto de libertad, se trata de una noción filosófica muy parcializada ya que soporta diferentes significados. Así tenemos por ejemplo el concepto de libertad que mantienen los liberales en la que se enfatiza la libertad individual por encima de todo ignorando que el ser humano es un animal gregario y que nuestra existencia solo se puede dar en convivencia con otros individuos. Por otro lado, tenemos la libertad comunitaria o social que considera que la libertad individual solo se consigue a través de las libertades públicas o de grupo que sería la libertad concebida por las izquierdas.

Un concepto muy interesante que has acuñado es el de «Imperialismo líquido». ¿Podrías aclarar a los lectores de qué se trata?

El Imperialismo líquido es un nuevo nombre que le doy a un fenómeno antiguo. Dicho fenómeno es el que se da cuando un elemento extranjero acaba dominando sutilmente a otra nación de forma progresiva, modificando sus estructuras internas sin que haya una conciencia clara de que eso se está produciendo. De forma similar a como el agua erosiona la piedra dándole una nueva forma a través del tiempo, de ahí, el adjetivo “líquido”.

Los principales ejemplos que expongo en el libro es el caso de la etnia judía, apátrida desde sus inicios que causó gran impacto político, económico y social en los lugares en los que se asentaba: Egipto, Oriente Medio, Imperio Romano, reinos medievales, mundo contemporáneo.

También hago mención a cómo el Cristianismo fue modificando las creencias paganas del Imperio Romano hasta que el Emperador la hizo religión oficial en el siglo IV de la era común.

En el mundo contemporáneo hago referencia a nacionales chinos que llevan asentándose en Europa occidental desde hace tres décadas haciéndose cargo de negocios y modificando nuestra estructura comercial.

Después de haber leído tu libro, nos parece muy importante tener esta clase de conocimientos que se pueden aplicar a la vida diaria, sobre todo para ser conscientes del panorama político-económico y social que nos rodea y que nos afecta directamente. ¿Consideras que debería implantarse en los planes de estudio de todos los institutos? ¿Por qué crees que no se hace?

Lamentablemente, el plan de estudio español es parco en humanidades con enfoque crítico y lo es también en materias que interconecten lo local o nacional con lo exterior. En un mundo global, todo lo local acaba impactando en lo global y viceversa. Sin embargo, cuando se estudia historia se distingue entre historia de España e historia universal, por ejemplo, y esta división retrae la concepción de un espacio-tiempo común en el que suceden cosas al mismo tiempo y están interconectadas. A mi entender, el enfoque actual es erróneo ya que induce a la confusión.

Muchas gracias por tu tiempo, Iván. Antes de terminar la entrevista nos gustaría dejarte unas líneas para que les comentes lo que quieras a las personas que nos leen.

La única forma de entender el mundo en el que vivimos y los escenarios más posibles que nos depara el futuro es mirando al pasado mediante herramientas como la historia crítica junto con un análisis introspectivo del funcionamiento de las variables políticas, económicas, sociológicas y antropológicas que han configurado el mundo contemporáneo y que continúan moldeando el mundo del futuro a través de relaciones cada vez más complejas.


  • Nombre: Iván D. Gómez
  • Género: ensayo
  • Biografía: Iván D. Gómez es un analista de riesgo político, investigador autónomo y escritor. Fue propuesto para ocupar posiciones de alta responsabilidad en varias corporaciones multinacionales como el Banco de Tokyo Mitsubishi UFJ y Seguros Zurich. Estuvo a cargo de la suscripción de riesgos políticos del mercado español en la corporación Zurich desde 2008 hasta 2012. También ha formado parte de diversos proyectos relacionados con la gobernanza global y los derechos humanos, así como contribuciones a ONG de la altura de Amnistía Internacional. El señor Gómez completó su Bachelor of Arts (Hons) en Estudios Internacionales en la Open University del Reino Unido. También logró su Máster en Relaciones Internacionales en la Universidad Internacional de la Rioja en España. En la actualidad se dedica a la investigación académica a la vez que es consultor de proyectos digitales relativos al análisis y aplicación de la teoría de las Relaciones Internacionales. Su especialización incluye Economía Política, Gobernanza Global y Derechos humanos.
  • Obra: Las relaciones internacionales globales del siglo XXI

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