La soledad del escritor

por Tregolam en Artículos Literarios
La soledad del escritior La soledad del escritior

De entre todas las empresas humanamente posibles, de entre todas las aventuras en las que podemos embarcarnos en nuestra vida, la escritura es una de las que exige más soledad. Ante un folio en blanco que se agranda, que se extiende hacia el infinito, la soledad del escritor, solos ante nosotros mismos, ante las dudas que brotan al tiempo que las palabras; solos con la historia, con el verso que se nos escapa, con el diálogo que no cuaja y con la descripción que nos parece banal.

Corremos, avanzamos sin detenernos cruzando praderas, bosques, ascendemos montañas y descendemos barrancos. Se nos caen las palabras, las dejamos atrás y retornamos para buscarlas cuando ya se han hundido en el pozo sin fondo de nuestra memoria. Y flaqueamos, nos detenemos para tomar aliento: acabamos un capítulo antes de tiempo.

Nos levantamos, nos ponemos otra vez en marcha y cuando el ánimo se recupera nos damos cuenta una vez más de que no conocemos la meta. ¿Hacia dónde vamos? ¿Hemos perdido el tiempo al haber dirigido nuestros pasos en una dirección equivocada? De nuevo, las preguntas nos asaltan y nos encontramos más solos que nunca, enfrentados a nosotros mismos, sin nadie que nos preste ayuda.

 

Escribir, escribir, escribir

Aun así, seguimos porque nos dejamos por arrastrar por una necesidad que nos invade: escribir, escribir, escribir.

¡Qué desagradecida es la escritura, que nos quiere solitarios hasta cruzando la meta! Sí, las metas se cruzan, y disfrutamos de unos breves momentos de éxtasis cuando la aventura ha concluido pero, ¿quién quiere, ahora, leernos? ¿Una carrera tan larga para tan poca repercusión? Estábamos tan solos en el camino que no nos hemos dado cuenta de que cometimos errores; de que tropezamos con piedras ortográficas.

Tal vez haya sido nuestra primera gran carrera y ninguno de estos errores se repita en las futuras. Puede ser. Sin embargo, antes necesitamos conocer cuáles han sido estos errores, y para ello, qué mejor que contar con apoyos para no calificar nuestro esfuerzo de desgraciadamente infructuoso.

Imaginemos que hubiéramos podido contar con varios compañeros en nuestra carrera.

 

Ayuda para escribir

Uno de ellos, un coaching literario o un ghostwriter, nos hubiera aupado cuando los obstáculos parecían insalvables, habría evitado que nos golpeáramos con las ramas bajas del bosque cuando corríamos sin levantar la mirada. Es un amigo que conoce bien el viaje, que ha ido y vuelto tantas veces como nos hubiera gustado a nosotros mismos; que camina a nuestro lado, sin importar que la victoria sea solo nuestra. Puede que corra en paralelo o incluso que se adelante, pero su objetivo es siempre que nosotros alcancemos la meta.

Otro compañero ideal en este duro viaje hubiera sido aquel que conoce todas las rutas porque ha visto todas las carreras. Alguien que ha visto atletas caer y atletas alzarse, que conoce los caminos merecedores de ser recorridos y aquellos que han de ser abandonados para que no sean los lectores quienes nos abandonen. Es un amigo sincero que sabe si nuestra carrera ha merecido la pena o si debemos emprenderla de nuevo a través de nuevas rutas. Un lector editorial.

El tercer compañero debería haber sido un experto rastreador, que nos hubiera señalado las rutas equivocadas, que habría borrado algunas de nuestras equívocas huellas, que nos habría salvado de los errores gramaticales, de las repeticiones innecesarias, de las ideas mal expresadas. Un corrector de textos, un amigo que reconocerá aquellos fallos que pasamos por alto en nuestro largo camino sin importar cuántas veces hayamos vuelto sobre nuestros pasos; capaz no sólo de racionar nuestros esfuerzos en cada etapa, sino de indicarnos su longitud y redistribuirlas con el objetivo de facilitarnos la llegada, de esclarecer la dirección y el sentido de la meta.

 

Escribir acompañado

Un cuarto compañero recomendable habría sido ese que conoce a quienes deberíamos conocer, capaz de encontrar el aplauso, de dar con los hombres que buscaba Breton cuando publicaba, aquellos que quieren leer la misma aventura, compartir la lucha del atleta por superarse. Alguien que promocione a nuestra obra y a nosotros mismos.

Podemos correr solos, por supuesto. Pero en nuestra mano está poder hacerlo con un equipo de útiles compañeros. Para evitar que flaqueemos, para escribir cada vez mejor, para que narremos la historia que queremos narrar y para que nuestra hazaña no quede en el olvido.

 

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