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Entrevista a José Manuelo López Moncó, autor de ‘Hojas incendiarias’

Buenos días, José Manuel. Hojas incendiarias es tu nuevo libro, un compendio de relatos cortos y cuentos. ¿Qué temáticas abordas? ¿Qué vamos a encontrar?

Buenos días. Hojas incendiarias lo forman treinta y tres relatos muy distintos entre sí, tanto en la temática como en el estilo narrativo. Esa variedad creo que es uno de sus atractivos. El lector va a encontrar desde ciencia ficción a intriga, desde relatos de aventuras a otros realistas. Detrás de cada una de estas historias he pretendido mostrar la vida y las infinitas caras que esta ofrece. Las risas y las lágrimas, el amor y el desamor, la luz y la oscuridad, todo cuanto nos sorprende y nos engancha a seguir respirando día tras día. En cuanto a los planos narrativos, también son diversos. Aunque sean mayoría los que transcurren en el presente, o en uno reciente, también hay alguna incursión a nuestra historia pasada como alguna proyección hacia el futuro, territorio natural de la ciencia ficción. 

 

Los relatos requieren de un perfecto manejo de los tiempos y la información, pues en pocas páginas la acción debe condensarse y explotar. ¿Qué te ha resultado más complicado al escribirlos?

Si te soy sincero, lo más complicado es que brote en tu cabeza por primera vez. Es decir, el que algo como puede ser una noticia que has leído, un recuerdo, o una idea cualquiera, deje de serlo y pases a verlo como cuento o un relato. Una vez que lo ha hecho, una vez que sale de ese cascarón y te entregas a escribir, el proceso, aunque no sea fácil, es mucho menos traumático. Es como si a partir de ahí ya circulara sobre raíles y donde disfrutar al planificar, documentarse, redactar y corregir ˗estos dos últimos procesos repetidos una y otra vez˗ es lo más habitual. Un autor debe ser el primero que se deleite con su propia obra al crearla. Si no es así, será imposible que los lectores lo hagan. 

 

¿Cómo empezaste a escribir? 

No lo recuerdo con exactitud, tuvo que ser en la adolescencia. Siempre me gustó mucho leer, siempre me interesó la literatura y todo lo relacionado con ella pero ese día (mi propio «big-bang») cuando cogí por primera vez lápiz y papel para crear un verso o en un relato, se perdió en mi memoria.

Por eso, cuando me hacen esta pregunta, respondo que he escrito desde siempre porque mis primeros recuerdos, debería tener entonces catorce o quince años, son ya de unos cuadernillos de hojas verdosas que yo mismo me confeccionaba y en donde acumulaba poemas y relatos como algo habitual. Podría decir que es casi lo mismo que hago hoy varias décadas más tarde. La única diferencia, sin contar con algo tan fundamental como la  experiencia y el aprendizaje, es que ahora es en un ordenador donde los guardo. Las ganas, o la necesidad, de expresarme están intactas.

 

Aunque sabemos que es una elección difícil, ¿cuál de todos los relatos incluidos en Hojas incendiarias es tu favorito? ¿Hay alguno que te haya dado muchos dolores de cabeza mientras lo escribías?

¡Qué pregunta tan comprometida! Digamos que todos son hijos, y el favoritismo no existe, o lo disimulamos cuanto nos es posible. Cuando estás en el proceso creativo, sea este más largo o más intenso en unos que en otros, todos te absorben por igual y en todos ellos dejas parte de ti. No obstante, en Hojas Incendiarias sí hay alguno con una intensa labor de documentación. Es el caso de Ego te absolvo, basado en hechos reales ocurridos en Madrid y durante el año 1815.

La chispa que me llevó a imaginar la historia del padre Juan Crisóstomo de Sanvítores fue la publicación en ‘El Pais’ de unos reportajes sobre crímenes célebres, pero de éste que me había llamado la atención no se mencionaban más allá de dos palabras. Al principio fue muy complicado bucear en los hechos reales, pues encontrar algún dato en Internet más allá de su ajusticiamiento fue infructuoso, tanto que a punto estuve de abandonar el proyecto.

Sin embargo, saltando de un documento a otro, sobretodo recurriendo a archivos de libros antiguos digitalizados (más bien fotocopiados) pude obtener la estructura mínima, y en este caso ajustada a la realidad de los hechos que me permitiera construir el cuento. No es muy normal que un relato o cuento lleve un exhaustivo trabajo previo como el de este, aunque documentarse o conocer sobre lo que se  escribe lo considero del todo imprescindible. 

 

Esta no es la primera vez que publicas relatos, ya que en 2014 debutaste con Obra incompleta y, un año después, autoeditaste En pocas palabras. Háblanos de estos libros. ¿Qué significa cada uno para ti?

Como te dije antes, he escrito desde hace muchos años, pero no fue hasta hace seis que me planteé publicar. Obra incompleta, la primera vez que lo hacía en solitario pues casi treinta años antes ya lo había hecho junto a otros seis autores, supuso adquirir la necesaria experiencia para continuar escribiendo y conocer cómo de complejo es el mundo editorial para los autores que nos damos a conocer. Con el segundo libro, recurrí a la autopublicación, un camino de obligado recorrido hoy en día.

Para mí, bastante habitual pues lo he seguido con otros dos libros distintos. Con cada libro que he ido publicando me he sentido más realizado y cubriendo mejor los objetivos que me trazaba antes de que vieran la luz. Una especie de escalera, espero ascendente, en la que una obra se apoya sobre la anterior y así sucesivamente. Hojas incendiarias es el sexto que se publica y, sin duda, acumula el bagaje de sus anteriores hermanos. 

 

Desde ese debut, has experimentado también con otros géneros. Bailarina de alquiler fue tu primera novela, escrita también en 2014. ¿Cómo fue el proceso, el salto a una historia más desarrollada y extensa?  

Bailarina de alquiler fue un reto. Una novela se puede comparar con una obra de ingeniería compleja. Desde la necesidad de la misma, pasando por la financiación, permisos y planos, hasta llegar a la propia construcción son distintos aspectos que deben armonizarse. Pues con una novela ocurre lo mismo, aunque en este caso hablemos de idea inicial, trama, diseño de personajes, primer borrador, correcciones y publicación. Con esto no quiero decir que en un relato o cuento no sean necesarias esas fases, lo son. Lo que ocurre es que en la novela quizá este engranaje sea imprescindible si se quiere conseguir una buena obra.

Bailarina de alquiler, libro autopublicado recientemente, supuso para mí estar obsesionado con esa historia mientras la escribía. Una fijación permanente y que me llevó, durante todo ese tiempo, a congelar cualquier otro proyecto. Cuando escribo un relato eso no ocurre, puedes trabajar en varios a la vez, puedes dejarlo a medias y retomarlo más tarde sin que la narrativa pierda intensidad. Quizá sea este uno de los motivos por los que escribir relatos me guste tanto. 

 

El año pasado, se autopublicó Mitin natural, una antología poética de setenta y cuatro poemas escogidos entre los más de quinientos que has escrito. ¿Por qué te decidiste a probar con poesía? ¿Qué es lo que más te llama la atención de este género?

Ya te he contado que desde hace muchísimo tiempo escribo tanto poesía como prosa. Sin embargo, yo no me considero poeta. Me acerco a ese mundo con muchísimo respeto y humildad. En todo caso, sería un escritor que se expresa a través de la poesía. Este género, así lo veo aunque sea lamentable, es un gran desconocido para la mayoría de la gente, incluso para aquellos que promueven grupos poéticos en Internet.

Es bastante común encontrarte con auténticos disparates: estrofas sin sentido ni ritmo ni musicalidad, mejor si solo son dos frases que tres. Lo malo, en mi opinión, es que circulan en demasía llenándose de seguidores por la red. Quiero creer que como nadie paga por ello y como su consumo es fácil y rápido, logra tal éxito. Es una pena porque me he encontrado con magníficos textos en prosa poética pero que al disfrazarlos de versos pierden todo su valor.  Salvo que alguien me demuestre lo contrario, en el balance entre lo malo y lo bueno de esta época digital, creo que la poesía ha perdido.

Me refiero a la poesía con mayúsculas, la que nos dejaron poetas como:  M. Hernandez,  Lorca, Machado, Blas de Otero, Neruda, G. Fuertes, o Leon Felipe. (Con toda seguridad creo que tras esa lista comprenderéis mi rechazo a considerarme poeta). La poesía, no nos engañemos, no es solo lo que este vive. Es lo que ve, lo que imagina, lo que es capaz de sentir para que otros también lo sientan. En el fondo, nada le separa de un buen narrador o de un buen novelista, únicamente utiliza otro vehículo, otra arma distinta para hacerlo. Esa flecha ligera y sigilosa con la que dispara, en ocasiones, debe ser tan certera como el mejor y más pesado de los proyectiles. Un poema, un buen poema de un buen poeta, se puede leer cientos de veces y en cada una de ellas se disfrutará. Esto es algo único en la literatura.

 

Para cualquier escritor, publicar es prácticamente una necesidad. ¿Cómo es la experiencia de contar con apoyo editorial?

Fundamental. En esta época sufrimos del virus auto-loquesea…, auto publicarse, auto promocionarse, auto distribuirse… Dice un amigo mío, y colega en este duro oficio, que ha pasado de ser un escritor 2.0 a ser ya una versión 4.0. Bromas aparte, el apoyo editorial al modo tradicional es vital de cara a llegar a los lectores. 

 

Después de Hojas incendiarias, ¿qué proyectos tienes en mente? 

Todos, o casi todos los escritores, siempre tenemos algo escrito e inacabado. Y en este momento, esa sería mi prioridad, terminar todo aquello que tengo empezado. Hablar de los proyectos, ya se sabe que una vez hecho luego cuesta mucho más que acaben de salir, no me gusta mucho. Sí te diré, que entre los trabajos empezados, tengo una novela, a medio camino entre la intriga y el drama ubicada en nuestros días, junto a un conjunto de relatos sobre un personaje inventado, un tipo singular y que acaba de fallecer al que uno de sus amigos empieza a recodar a través de las historias que los unieron.


 

Nombre: José Manuel López Moncó

Bio: Con apenas veinte años y junto a dos amigos, inaugura y gestiona una librería y sala de exposiciones de más gratos recuerdos que beneficios. También es en esa época cuando su nombre aparece por primera vez como autor: Kabilaciones, libro que recogía poemas de otros seis jóvenes escritores. A principios de 2014 publica Obra Incompleta, compuesta por dos relatos y una novela titulada Bailarina de alquiler. En octubre de 2015, autoedita un conjunto de treinta y cinco relatos cortos: En pocas palabras. En Febrero de 2016 sale a la luz: Fakir de canciones, libro de cuentos y relatos, todos ellos vertebrados alrededor de reconocidos temas musicales. En marzo de 2017, culmina una larga idea y autoedita: Mitin natural, una antología poética de setenta y cuatro poemas escogidos entre los más de quinientos que ha escrito estos años. Su último proyecto, se llama: Hojas incendiarias. Otro conjunto de relatos y cuentos, género en el que dice sentirse muy realizado pues le permite abordar múltiples temas y diferentes estilos narrativos.

Libro: Hojas incendiarias

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