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Entrevista a Ricardo Vergara Montoya, autor de «Cuando las ventanas se convierten en puertas»

Buenos días, Ricardo. Acabas de publicar Cuando las ventanas se convierten en puertas, una enternecedora y divertida novela acerca de la superación personal motivada por el amor hacia alguien. Cuéntanos, ¿hay algo de ti en ella? ¿Hubo algo que propiciara el escribirla?

Yo estudié en un colegio de curas y en una familia tradicional donde el sexo era tabú, por lo que desconocía todo sobre las chicas. Me atraían, pero no sabía de qué hablar con ellas o qué les podía gustar porque nunca las había tratado. La timidez propiciada por una educación retrógrada y limitada en todo lo referente al sexo es un problemón cuando pasas de la adolescencia. No quiero ni contar la de veces que hice el ridículo o no me atreví siquiera a saludar a una chica que me gustaba, incluso sabiendo que era recíproco.

Tenía ganas de escribir una historia que reflejara este problema, pero quería hacerlo sin caer en los clichés o tópicos que abundan en todas las comedias románticas. Si era capaz de definir la personalidad de los protagonistas contando una historia que los implicara, el lector empatizaría con ellos.

 

En tu libro tratas el tema de la superación personal, de fomentar la autoestima y atreverse con todo aquello que la vida nos ofrezca. ¿Crees que, por lo general, la gente carece del ímpetu para cambiar todo aquello negativo en su vida? ¿A qué crees que se debe?

Quiero pensar que sí, que la gente tiene ese ímpetu y es de una fuerza impresionante. Querer cambiar algo importante que no te gusta de tu vida requiere mucho esfuerzo. Nos cuesta mucho ponernos. Quizá los que no se atreven piensen que no merece la pena, que no lo van a conseguir, que requiere mucho trabajo y tiempo, que temen a las consecuencias. Muchas veces es más sencillo de lo que parece; basta querer intentarlo, porque puedes ganar mucho.

 

Tenemos que decir que la personalidad de Amadeo es insuperable; una buena persona, honesto, amable, valiente… ¿qué más puedes contarnos de él? ¿De dónde surgió?

Surgió de una historia que me contó mi padre sobre un sevillano feo y cojo que quería casarse con la mujer más guapa de Sevilla. Con su gracia natural y su verborrea, triunfó. Esa historia la he recordado en muchos momentos de mi vida, sobre todo cuando me veía inútil ligando. ¿Y si escribía los problemas a los que se enfrentaría un chico acomplejado para conquistar a una mujer hermosa y rodeada de atractivos pretendientes? Ambos debían tener personalidades interesantes y creíbles que no se vieran a primera vista, pero que fueran calando a medida que el lector los fuera descubriendo.

La historia estuvo en mi cabeza mucho tiempo hasta que Amadeo y Claudia se convirtieron en grandes amigos míos. El primer borrador no me gustó nada porque tenía muy pocos conflictos. Pensé en nuevos personajes y en un gran final. Necesito que el desenlace de una historia sea magnífico y lo escribo en cuanto lo tengo. Lo leo todos los días y voy retocando según necesito, pero el de esta novela ha tenido muy pocos cambios de fondo.

 

En tu libro somos testigos de una verdadera historia de amor, de esas que escapan de los clichés del amor romántico y están sustentadas en el respeto y apoyo mutuo, la valentía y la absoluta falta de dependencia o cualquier tipo de violencia. ¿Por qué crees que hay gente que concibe el amor como dependencia, aislamiento y sacrificio? ¿Qué daño nos hace eso como personas?

La gente tiene un concepto inicial del amor bastante alejado de la realidad. La influencia de las historias bonitas del cine y la televisión te hacen concebir el amor en plan romántico y sin los problemas reales a los que te vas a tener que enfrentar tarde o temprano. Vas como una inocente florecilla en busca de otra inocente florecilla para ser dos inocentes y felices florecillas para siempre. Te la vas a pegar casi seguro y tu concepto del amor bajará de allá donde lo tengas para comer un poco de tierra. Eso no es malo, es parte del aprendizaje y lo mismo sucede en otras facetas de la vida.

Conozco gente que se ha arrejuntado con quien no les merece y acaban viviendo como no quieren. Se han acostumbrado a vivir así, pero si hablas con ellas te darás cuenta de que su idea del amor es diferente a la que viven. Y bajan la cabeza, quizá avergonzados, quizá asustados, cuando son conscientes de que su vida real dista mucho de la que querrían vivir. Un buen día encontrarán una motivación, una ilusión para quitar los cerrojos a sus puertas.

 

Claudia es una muchacha que se ha criado en un ambiente superficial y controlador, aunque en ella reside, como hemos podido observar, la fuerza para cambiarlo y superar sus propios prejuicios. ¿Tenemos cada uno de nosotros la oportunidad de cambiar así de radicalmente nuestra vida? ¿Hemos de tener o conseguir encontrar algo especial dentro de nosotros para llevarlo a cabo?

Claro que podemos cambiar nuestra vida. Lo único que necesitas es querer cambiarla y tener la suficiente fuerza de voluntad para hacerlo. Lleva tiempo, esfuerzo y da mucho miedo. Ese miedo es el que nos hace evitar afrontar los problemas y consigue que te conformes con lo que tienes.

Claudia tiene una vida fácil y cómoda, pero no es feliz. Encuentra algo especial en quien menos se lo espera y decide luchar por su felicidad, aunque ello implique enfrentarse a su entorno y a sus miedos.

 

Después de leer tu libro, estoy segura de que todos aquellos que no tengan una amiga como Eli se van a sentir muy deprimidos. Dinos, ¿todos necesitamos a alguien como ella en nuestra vida? ¿Qué es lo que más te gusta de ella?

Eli surgió de forma natural al empezar el primer capítulo. Me puse en la piel de alguien que conociera a Amadeo a la perfección y pudiera orientarle. Imaginé cómo actuaría contra las inseguridades de su amigo del alma y me salió visceral, osada, deslenguada, leal, con la mano larga, sin tabúes en el sexo, con los pies en la tierra, beligerante y con una buena dosis de bestialidad. Me gustó mucho su personalidad y me pareció la perfecta elección para unir el mundo de Amadeo con el de Claudia. Es amiga de ambos y ambos la adoran porque es auténtica. En el libro, Amadeo la define muy bien: «Eli no es nada del otro mundo, pero tiene un no sé qué irresistible». Eli es un personaje de los que se recuerdan y se echan de menos.

 

Con la experiencia, uno se da cuenta de hasta qué punto el apoyo de un buen amigo es necesario para superar la peor de las tragedias. Amadeo puede alardear de tener dos grandes pasiones a las cuales nunca deja de lado: sus amistades y su querida Claudia. Sin embargo, hay gente que suele abandonarse a su pareja sin ningún tipo de miramiento. ¿Por qué crees que sucede esto? ¿Es más importante la amistad o el amor? ¿Por qué?

Hay gente que convierten a su pareja en el centro de su vida, incluso de forma obsesiva. Quizá han tenido falta de cariño y cuando encuentran alguien que les da lo que necesitan, lo demás no importa. Muy mal enfoque, porque tu felicidad no depende de ti.

Yo he tenido épocas donde las amistades eran lo más y pasaba de tener pareja. Y otras donde la pareja era lo principal. Lo que considero más importante son dos cosas: primera, quererte a ti mismo tal cual eres, gordito, con algunas canas y acumulando ofertas de gimnasio y dietas adelgazantes milagrosas; y lo segundo, tener estabilidad emocional. Durante tu vida deberías pasar épocas maravillosas a solas y otras maravillosas en pareja.

Yo he pasado por momentos donde me faltaba algo y sentía un nudo en el estómago. Me preguntaba qué tenía tal chico para tener una novia tan estupenda y qué hacía yo mal. El amor no se busca, sino que te encuentra, he leído por ahí; patochadas, para que surja tienes que darle oportunidades y para darle oportunidades debes buscarlo. No va a llamar a tu puerta. Yo salí a por él y tardé cinco años en encontrar una pareja maravillosa.

 

¿Te inspiraste en alguien a la hora de crear los distintos personajes? Porque todos tienen personalidades muy bien definidas y sorprendentemente creíbles.

El padre de Claudia es Antonio Banderas; en mi cabeza siempre lo fue, con sus gestos, su voz grave y su presencia. Y luego está Tonino, que es una persona real de carne y hueso, tal y como lo he descrito, exactamente igual. Me he tomado algunas licencias, pero no exagero. El de la realidad es mejor que el del papel, lo aseguro.

Los demás no tienen rostro para mí, pero sí personalidad, y esta es la que necesito que sea muy sólida. La primera versión de la novela estaba llena de gente buena, simpática, y todo salía en plan Disney, con peña guapísima y musiquita melosa y vomitiva. Daba un asco que te cagas. Quería gente mala de las que acabas odiando. Y ahí surgió Antonio Banderas. Me lo imaginé enfadado y me dije: tiene que haber un Antonio Banderas en mi libro y va a ser el papá de Claudia; es que lo clavaría el cabrón. Entonces me animé y aparecieron algunos malotes más.

Es muy raro que describa personajes o lugares. Si necesito indicar que un personaje es un ligón, pinto una escena donde el lector lo vea. Es un consejo de la Dirección General de Escritores Profesionales y funciona muy bien. Otra cosa que te dicen es que los lectores no son gilipollas y no hace falta explicarles todo; si los tratas de tontos, te odiarán y desearán pegarte una paliza en cuanto te vean. Es complicado no emocionarte y pasarte de listo, y en eso te ayudan mucho las revisiones posteriores, los lectores cero y el revisor literario. En mi caso, además, mi mujer, que le das la novela y un rotulador rojo y se convierte en una asesina en serie. Ella sola acabó con cien páginas de estupideces superfluas de la novela. Un hacha.

 

Tu estilo es muy ligero, agradable y cercano. ¿Cuáles son tus influencias a la hora de escribir?

Adoro la forma de contar historias de Stephen King y la facilidad de dibujar escenas de Arturo Pérez Reverte. El conde de Montecristo es mi novela preferida, junto con El bandido Salto de Mata y Cabo Trafalgar. Puede encantarme una novela juvenil y aborrecer a un premio Planeta. No me gustan las comedias románticas en literatura salvo que estén bien contadas y tengan un humor decente; he leído muy poco de novela romántica y, sin embargo, se me da bien contarlas.

Mi familia por parte materna tiene parte de culpa. Mi madre escribe muy bien y mi abuela era toda una poeta y sabía contar cuentos geniales en un folio. Mi tía Pilar es capaz de hacerte partícipe de sus experiencias a través de sus maravillosos diarios y mi tía Nata tiene la habilidad de convertir la realidad en fantasía con su enorme imaginación. Mi tío Pepe puede describir problemas complejos y hacerlos entendibles y mi tío Monty sabe atraer la atención de cincuenta familiares cuando cuenta una historia, porque sabe contarlas y hacerlas muy entretenidas.

 

Además, describes tan bien todo aquello que rodea a tus personajes que leer Cuando las ventanas se convierten en puertas provoca un verdadero flashback de los años ochenta y noventa. Las citas musicales al comienzo de cada capítulo también tienen algo de culpa en ello. ¿Cómo viviste tu juventud? ¿Hay algo de aquella época que se haya colado en el texto?

Mi juventud no fue diferente a la de otros. La música que me gusta es la de los años 80 y 90, y el pop español es uno de mis preferidos. Siempre escribo con música, aunque no suelo hacerlo en español porque me distraigo con la letra, así que suelo usar música instrumental y emocional.

Cuando escuché Arte, del grupo El Barrio, la letra me encantó y se me ocurrió poner una frase como cita del primer capítulo. Era genial, porque la frase tenía que ver con el contenido y le daba un toque muy divertido, así que me puse a buscar canciones que tuvieran en sus letras algo que pudiera encajar en lo que iba a contar.

 

Y por último, Ricardo, ¿hay algo más que quieras decirle a tus lectores antes de que terminemos la entrevista?

Sí. Que abran puertas, aunque teman.

 


  • Nombre: Ricardo Vergara Montoya
  • Género: novela
  • Bio: A los siete años fue a vivir a Irán, donde se enfrentó a un tigre de preocupá. En plena adolescencia pasó un par de años en Egipto y entabló amistad con su abuelo materno, todo un aventurero. Quiso aprender inglés en Dublín, pero la comida era muy mala y la cerveza muy buena, por eso lo chapurrea inventándose palabras. Estudió la carrera de informática y cuando empezó a madurar, no hace mucho, conoció a la mujer que se convertiría, voluntariamente, en su esposa. Vive en Las Palmas de Gran Canaria con su mujer Elena, su hija Eva, dos perritas y una gatita dueña del mundo. La escritura es una afición que practica a veces, cuando le dejan.
  • Libro: Cuando las ventanas se convierten en puertas

Portada Ricardo Vergara

Disponible en: Amazon, Agapea y Casa del Libro

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