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Entrevista a Jon Ugutz, autor de «Er torito güeno»

Buenos días, Jon. Encantada de entrevistarte hoy. Acabas de publicar un demoledor manifiesto antitaurino titulado Er torito güeno. ¿Cómo crees que va a ser recibido por el público? ¿En qué momento decidiste ponerte a escribir esta historia?

Me resulta muy difícil hacerme una idea con base real de la acogida que va a tener la novela porque todo lo que no sea uno mismo se rige por procesos al margen del propio control y tienden a sorprenderte. Como buen escritor me limito a imaginarlo y pienso que por tratar un tema tan polémico como es el de los toros puede haber una encendida división de opiniones. Aparentemente maneja un mensaje rotundo antitaurino por lo que los animalistas serán más proclives a ella y los aficionados a la fiesta le harán la cruz. La realidad es que la obra es mucho más profunda de lo que parece y en el fondo todas las visiones pueden tener cabida, pero me temo que es algo que se irá percibiendo con el tiempo y de momento generará filias y fobias pronunciadas.

La idea de la novela me surgió hace ya muchos años, quizás en torno a veinte años atrás. Realmente ni siquiera tenía una intención de llevarla a cabo. Para estas cosas espero a que se desarrollen los acontecimientos. Es un proceso cuasi mágico el momento en que se materializa esa idea y esa intención. Yo siento que es el momento (no me preguntes cómo ni por qué) y me pongo a ello. Me sucedió el verano pasado. A partir de mayo estaba obsesionado con la historia y desde entonces me puse a realizar esquemas, tomar notas y documentarme. Suelo decir que en mi caso las ideas pueden larvarme durante quinquenios y de repente me eclosionan en unos pocos meses. De hecho, para mediados de septiembre la había terminado y tras múltiples repasos finales la publiqué en octubre.

 

Er torito güeno comienza con el monólogo de un aficionado taurino que se ve convertido en un toro al que van a lidiar; un ejercicio de empatía llevado al extremo. ¿Cuáles crees que son las bases de esta y cómo podemos trabajarla?

Analizando los primeros ecos que me llegan de la recepción de la novela compruebo que algunos valoran la audacia y la originalidad del planteamiento, y el hecho de que ciertos defensores de la fiesta solo tomarían conciencia de la gravedad de lo que se denuncia si de pronto se despertaran convertidos en un ejemplar de lidia presto a ser sacrificado en la plaza y sufriendo en las propias carnes los padecimientos físicos del animal. Es una manera abrupta pero directa, y la más incisiva de entender al prójimo la de convertirse de pronto en él.

Vivimos en una era de enormidad de oferta, tanto cultural como de mensajes, la competencia es mayúscula y pronto se pasa a lo siguiente sin haber atendido aún lo anterior. Por ello, si pretendía colocar mi mensaje sentía que tenía que hacerlo así. Además, algunas mentes y corazones solo podrían entrar a dicho mensaje con un reclamo de entretenimiento y un planteamiento como el que ofrezco. Mis años de abogado me enseñaron que para poder ejercer adecuadamente la profesión era indispensable meterse en la cabeza y la posición de la otra parte (parte contraria procesal), aunque fuera para poder rebatirla de forma efectiva. De ello me quedó una inercia de empatizar con elementos ajenos que me han venido bien como escritor, máxime en relatos como Er torito güeno con posturas diferenciadas y aún enfrentadas, para lograr una transmisión integral del mensaje. Reivindico, en última instancia, como actitud vital y aspiración de convivencia el ejercicio usual y cotidiano de la empatía. Desconfío de los nuevo gurús morales que han traído los vientos de la corrección política, que nos iluminan y adoctrinan en una nueva ética denunciando y persiguiendo todo lo anterior y lo que les discuta aun mínimamente sus planteamientos. Entiendo que siempre hay que meterse en la piel de los que no piensan como uno mismo para entenderlos o al menos llegar a una solución más justa.

 

¿Por qué elegiste vestir tu denuncia animalista de novela? ¿Es la literatura una buena herramienta para fomentar la concienciación?

Supongo que le di forma de novela porque soy esencialmente escritor. Si tuviese alma de periodista le habría dado forma de reportaje y si fuera político o funcionario elaboraría un informe. En realidad soy un contador de historias como los ha habido desde que el hombre es hombre, si hubiese nacido en la protohistoria me habría sentado junto al fuego a trasladar al resto de la tribu mis propias fabulaciones.

Al margen de esto y sin despreciar otras disciplinas, creo que la virtud de la literatura es la de dotar de un halo intemporal a lo que se cuenta, a la propia historia o mensaje que se pretende transmitir. La creencia o esperanza de que lo que se escribe quedará como legado para futuras generaciones. En un mundo como el actual que nos caracteriza y se halla devorado por el aquí y el ahora, las denuncias por intensas que sean tienden a sustituirse por otras, compitiendo muchas veces entre sí y muchas veces quedan olvidadas o arrinconadas. La literatura, las novelas permiten la posibilidad de despegar lo denunciado del momento presente, especialmente del histerismo actualista que nos calzamos hoy en día. La literatura, en definitiva, para mí es el vehículo para que un punto de vista, un posicionamiento moral, individual o colectivo pueda cambiar de dirección o agitar conciencias muchos años (siglos inclusive) después. En el caso concreto de Er torito güeno, reflejar una actitud y postura humana en torno al uso y la relación con los animales para la reflexión de las generaciones venideras.

 

En tu libro describes con mucha precisión el proceso de selección de los toros para la lidia, incluso manejas con soltura toda la terminología taurina y las fases de las corridas. ¿Estos conocimientos son herencia familiar o te has documentado? Háblanos de cómo ha sido el proceso que has seguido para mostrar esta realidad tan fielmente.

Tengo que ser sincero y reconocer que no sé nada de toros, pero también es verdad que por el contexto en el que vivo no parto de cero, como lo haría un finlandés o un uzbeko. De pequeño, cuando los daban por la tele, para mí era sinónimo de aburrimiento. Hubo una edad posterior en el que aguantaba un tiempo sin cambiar de canal y creo que fue ahí cuando aprendí una jerga elemental. Más adelante me resultaba insoportable el sufrimiento del animal y los abandoné para siempre como objeto de atención.

Si la novela guarda algún mérito en este sentido es por una profusa labor de documentación a la que me encomendé durante el mes previo, al inicio de la redacción de la novela y durante el transcurso de la misma. Gracias a Dios vivimos en la era de internet, con todas las posibilidades de información que ofrece, y visualicé pasajes de corridas, documentos históricos, dosieres esquemáticos y tomé todos los apuntes del mundo porque en eso soy bastante concienzudo. Ello unido a mi escasísimo bagaje anterior es lo que se puede traslucir en la obra. Mi objetivo no ha sido otro que el de resultar creíble al lector, evitar que el destinatario del relato deje de implicarse en la lectura por no tomar como posiblemente cierto lo que se le cuenta. Sé que con ello no voy a engañar a los puristas de la fiesta, pero a estos también opongo que el punto de partida de por sí ya es fantástico y literario (un hombre convertido en toro) y desde ahí todo hay que leerlo en esa clave, incluida el desarrollo de una lidia que sería imposible si no fuera un hombre y gran aficionado a la fiesta el que es lidiado. Con todo solo he pretendido ser honesto para ser creíble en el relato y no desvirtuar el mensaje principal con una crítica fácil de no saber de lo que hablo que no pueda desmontar.

 

Nos ha llamado la atención ese deje andaluz tan significativo del título. ¿Puedes explicarnos por qué elegiste este y no otro?

La novela se desarrolla en Sevilla y en buena medida es un homenaje a la ciudad santo y seña de la fiesta, al igual que Andalucía. Jerga andaluza en definitiva que está muy unida a esta cultura de la tauromaquia. Los personajes taurinos de la obra son sevillanos y los retrato con algunos giros, pero sin pasarme de frenada de folclorismo, dado que en mi condición de vasco podría quedar en evidencia. Solo uno de los personajes sevillanos lo retrato con marcado acento local porque básicamente tengo con el mismo una intención caricaturesca. Por ello fijé en el título el homenaje al localismo y esencia de esta cultura, un modo, por otro lado, de atrapar la atención del lector desde el principio.

 

La extensa conversación que mantienen Luis Benavente y Antonio del Real es ideal para introducirse en la pasión con la que los aficionados viven la tauromaquia. ¿Puede ser que la empatía falle por ambos lados? ¿Es realmente posible encontrar un punto en común entre dos opiniones tan polarizadas?

Ya he comentado antes que el lema principal de la novela se orienta evidentemente hacia la sensibilización del hombre para con el trato que dispensa los animales, ejemplificado  particularmente en la fiesta de los toros. Mi posicionamiento es claro y no trato de ocultarlo, pero a partir de ahí soy un escritor, un artista, considero mi deber expresar en mis obras, historias, pasajes humanos que inviten a la reflexión de una manera profunda y en mi opinión ello es incompatible con un punto de vista unívoco por muy popular que resulte.

Como ciudadano y persona intento colocarme también en la situación de otros posicionamientos, creo que ello me acerca más a la verdad. De alguna manera pienso que todo esto que comento se refleja en la novela y de ahí que posturas distintas incluso contrarias a la «oficial» antitaurina de la obra son tratadas con respeto. Mi libro no es ni creo que debe ser un manifiesto ni un panfleto, si conmueve conciencias creo que debe hacerlo desde un análisis exhaustivo de todos los espectros morales. Ojalá que ello se viera plasmado en la acogida de la novela y que un antitaurino aceptara el relato admirativo de la tauromaquia de los taurinos y estos asumieran la barbaridad del sufrimiento extremo y gratuito de un animal por causas meramente recreativas. Las posturas ahora son muy extremas a favor y en contra de la fiesta, y las líneas de evolución pueden ser variadas: que la fiesta recupere esplendores pasados, que se mantenga como ahora, que decaiga su interés hasta su extinción o que evolucione hacia un punto intermedio.

Particularmente creo que la sensibilización hacia los animales es irreversible y solo contemplo respecto a la lidia de toros las dos últimas posibilidades descritas: que desaparezca o se transforme. La desaparición me temo que no sería pacífica, porque para muchos es un símbolo nacional y es un sentimiento, el del nacionalismo, imperecedero y que puede tornar y revolverse agresivo. Por eso entiendo que lo mejor sería, como bien apuntáis en la pregunta, promover la empatía entre las partes respetando una ética sostenible en el momento histórico en el que nos encontramos, mantener la fiesta solo con los pases de capote y muleta pero sin hacer sufrir al animal. En ningún momento podría ser una solución, pero en definitiva se trata de hallar un punto de convergencia entre partidarios y detractores, que es el que he dejado traslucir en la obra y lo enlazo con la empatía a la que se hace referencia en la cuestión a la que respondo.

 

¿En qué dirías que se diferencia esta nueva novela de las otras dos que tienes publicadas? ¿Qué fue aquello que te resultó más difícil elaborar en Er torito güeno?

Mi primera novela 5-3, 2 Los últimos bohemios es una obra con marcados tintes autobiográficos, siempre dicen que es la característica principal de las primeras creaciones de los autores y no me molesté demasiado en disimularlo. Fue mi presentación en sociedad y mi obra que será siempre la más personal. Sara, mi vida por 37 kilos narra el drama de autodefenestración de una joven adolescente víctima de un proceso anoréxico y Er torito güeno lo que ya he descrito. Cada una es hija de un momento particular de mi vida, la primera tuvo un proceso de elaboración más prolongado porque fueron más de doce años tomando notas. En ese sentido, la segunda y tercera emparentan más en procesos creativos. Lo que quizás caracteriza más a Er torito güeno es que han pasado casi quince años desde la obra anterior (Sara, mi vida por 37 kilos, aunque publicada por Egarbook en 2017, la escribí en 2003) y ha sido una época con grandes cambios personales en mi vida. Me ha pillado mucho más maduro, creo que refleja la sensibilidad que me caracteriza, pero hay un trabajo más «profesional» detrás, más racional y templado. Es el proceso interno que he percibido personalmente, aunque es posible que la obra refleje otras consideraciones al lector distintas a las que yo he sentido y esa también es una de las grandezas de la literatura.

Lo más complicado para mí con Er torito güeno ha sido introducirme en un mundo, el de la tauromaquia, que no controlo, lo que conlleva una importante labor de documentación para tratar de hacer creíble la historia. Por un lado, cumplir con una misión artística de expresar emociones y hacer partícipe de ello al lector a través de una historia, una estructura y una descripción que no dominas pero que debes dominar para cumplir con dicha misión. Si tu historia no es creíble, se te cae de las manos, por eso la documentación e implicación debe ser muy acusada. Por otro lado, en la parte de denuncia del maltrato animal que tiene la novela si el mundo de la lidia no se expusiese de una manera que pueda resultar verídica, daría pie a un reproche demoledor de no poder denunciar lo que no se conoce. Por ello también el trabajo previo debe ser exhaustivo. Eso, sin duda, para mí ha sido lo más difícil.

 

El tono del libro es mordaz y astuto. Consigues que los personajes tengan voz propia y que empaticemos con cada uno de ellos y sus opiniones. ¿Cómo de difícil resultó hacer esto? ¿Qué autores han influido en tus escritos?

Cuando elaboras unos personajes puedes dejar que estos vayan tomando forma según va avanzando el relato y el propio desarrollo de la historia los vaya definiendo o bien tener muy claro desde el principio unos caracteres determinados y encajar sus acciones y comentarios en ellos. Muchas veces combinas ambas estrategias. En el caso de Er torito guëno, al manejar unos propósitos muy concretos de confrontar posturas y personajes en torno a la pervivencia de la fiesta de los toros, me decanté principalmente por partir de un diseño principal de los mismos, sin caer en el estereotipo pero sí reflejando claramente en cada uno las distintas posiciones que socialmente se manejan actualmente frente a la tauromaquia, de modo que cada lector pueda llegar a verse reflejado en cada uno de los caracteres. Incluso que un lector neutral o comprensivo pueda entenderlos a todos. Ello encaja con mi intención inicial que ya he expresado en la pregunta anterior de trasladar todo el espectro ético que se maneja en este tema y aportar una visión lo más integral posible. Creo que es la única manera de dotar al mensaje de la profundidad que se merece y ser lo más justo a la hora de buscar soluciones.

¿Mis influencias literarias? Desde que estudié literatura en el colegio me di cuenta de que aquel era mi mundo, pero siempre he sido más devoto de los propios escritores que de sus obras. Hubo un tiempo muy ligado a mi primera juventud en que me convertí en algo parecido a un lector compulsivo, precisamente al conocer las circunstancias literarias de los grandes autores de la historia me vi muy reflejado en ellos, todo el mundo interior que siempre he almacenado lo veía manifestado claramente en aquellos seres que escribían y aparecían en los manuales, y mi primera reacción fue empezar a leer como si no hubiera un mañana. En mi cuarto, probablemente por algún tipo de descuido o falta de espacio, mis padres dejaron la colección de clásicos de la literatura rusa e inglesa de mi bisabuelo, y yo me afané en devorar todas esas obras, particularmente la literatura rusa. Salvando las enormes distancias, siempre he considerado a Dostoyevski mi alter ego del pasado. En un momento de mi vida dejé de leer obra de ficción (hay un mecanismo mental personal no tratado que me impide abordar apenas obras narrativas de ficción) y solo lo hago muy esporádicamente, aunque sigo siendo un lector voraz (actualidad, biografías, artículos, historias, ensayos…) pero prácticamente nunca, como digo, obras de ficción. En el caso concreto de Er torito güeno, no puedo negar la evidencia de la influencia de La metamorfosis de Kafka, pero es el único influjo que reconozco como tal, al menos de una manera consciente y sobre todo ligado al punto de partida de la novela.

 

En los últimos años ha habido una creciente preocupación por el bienestar animal, lo que incluye el cuestionamiento de la tauromaquia como parte de la cultura. ¿Cómo vives esta realidad? ¿Crees que las condiciones de vida de los animales mejorarán con el tiempo?

Los toros siempre han estado cuestionados. Eso no es nuevo, es parte de su esencia la de convivir con la polémica y el cuestionamiento al punto de haber sido prohibido varias veces por las autoridades (los primeros Borbones fueron grandes detractores de la fiesta). La diferencia es el motivo de la prohibición. Aunque la tauromaquia en España nace ligada a la aristocracia en no demasiado tiempo (s. XVIII), se populariza y es entonces cuando las clases dominantes y en particular la realeza empiezan a considerarlos como un exponente cuasiintolerable de barbarismo. La diferencia con el momento actual es el objeto de la consideración de bárbaro. En un principio se toma como inasumible moralmente el exponer a un ser humano a un peligro tan considerable por un mero divertimento, la vida como un don de Dios no puede ponerse en juego con un fin meramente lúdico. La presión de las masas al final saltaba esas barreras prohibitivas y la fiesta continuaba ofreciéndose al pueblo variando en su consideración oficial o elitista, en función de asistir a un momento histórico más ilustrado y racional o pasional y primitivo. La gran diferencia, como digo, con el cuestionamiento actual que parte de las décadas más cercanas en el tiempo, es que lo que ahora se toma como bárbaro e inasumible no es ya la exposición a la muerte del hombre sino el sufrimiento y muerte del animal con un fin único de divertimento de las masas. Eso sí que es la gran novedad de este cuestionamiento actual frente al histórico y, sinceramente, como ya he expresado anteriormente, lo tomo como irreversible. Al igual que considero el respeto a las distintas orientaciones sexuales, la condena de la xenofobia y la igualdad de género como posicionamientos éticos contemporáneos que han venido para quedarse, una nueva consideración hacia el uso de los animales rechazando el sufrimiento y muerte con un objetivo recreativo lo entiendo como un registro moral ya inevitable en un futuro más inmediato.

Partiendo de lo anterior, creo que es evidente que aunque queda un buen camino por recorrer ya se han producido avances. Se han suprimido o reorientado las fiestas populares más salvajes y se procura conjugar el divertimento con el respeto a los animales, aunque ello no se produzca en todos los casos y de la manera debida. El código penal sanciona los comportamientos más deplorables infringidos a animales y determinados abusos se graban y se difunden viralmente logrando en ocasiones castigar al autor. El vegetarianismo y veganismo se han extendido, y aunque estimo que nunca lograrán que el ser humano sustituya su dieta omnívora, sí que hay una mayor consideración hacia la vida y forma de muerte de los animales que van a ser sacrificados para consumo alimenticio. Como digo, queda mucho por mejorar, pero ya se están haciendo cosas y desde luego la sensibilización social en este asunto es mucho mayor que la de hace un tiempo.

 

Aun así, es indudable que la tauromaquia ha legado toda una mitología que el resto de artes en nuestro país ha utilizado sin cesar. Tu libro es el perfecto ejemplo para darse cuenta de este complejo asunto. ¿Crees que a la gente le cuesta asumir esa herencia?

Vivimos en la era de la corrección política y los toros han pasado a ser incorrectos. Frente a un posicionamiento sincero y hasta loable de enfrentamiento a la fiesta por un ejercicio de empatía hacia los animales y la evitación del sufrimiento ajeno, los hay que se oponen porque toca sin que sean capaces de verbalizar ni aún racionalizar su oposición. Es la postura del momento y hay que salir en la foto. En el caso particular de los toros hay que añadir un componente más, el de símbolo cultural nacional, y a ello se han agarrado los defensores de la fiesta que no encuentran argumentos éticos suficientes en los tradicionales.

El nacionalismo, con su carga irracional justificatoria, es el nuevo filón al que se aferran algunos partidarios para mostrarse más contundentes. En este panorama estimo que se halla el debate de la cuestión y, sin embargo, es indudable el factor cultural reivindicable que alberga la tauromaquia. Artistas imperecederos como Ernest Hemingway sobre todo, Orson Welles, Picasso… captaron el componente artístico indudable que alberga la fiesta y el patrimonio que conlleva para un creador, y algo en mí es incapaz de obviar esa referencia. Por eso la he tratado de plasmar en la novela. Simplemente he tratado de conjugarlo con el desarrollo de una sensibilidad que la haga compatible con la eliminación del sufrimiento del animal que acarrea.

 

Has estudiado Derecho y ejercido la abogacía durante algunos años. ¿Podrías explicarnos hasta qué punto las leyes son interpretables y lo importante que es sentar jurisprudencia ante temas tan controvertidos como el maltrato animal?

Si hay algo que te enseñan en la facultad (y si no, deberían hacerlo) es que la ley se hizo para el hombre y no el hombre para la ley. La norma debe adelantarse lo suficiente como para anticipar un comportamiento masivo que se considera improcedente logrando evitarlo o minimizarlo, pero nunca puede ser anterior a un posicionamiento moral social previo. Es decir, primero la sociedad o la comunidad debe tomar postura frente a un hecho, actuación, circunstancia o suceso, y luego normativizarlo. En el caso de los toros estimo que la sociedad (la española en concreto) debe pulir su posicionamiento para que sea lo más consensuado y colectivo posible y luego entrar a legislar.

Ahora mismo y aunque, como he repetido, la sensibilización hacia los animales ha ido aumentando exponencialmente, el debate no es lo suficientemente pacífico, contiene una severa oposición sobre todo con argumentaciones de índole cultural y reivindicación nacional. Creo que debemos fijar un tiempo aún hasta una mayor unificación de posturas para entrar a legislar. De lo contrario nos encontraríamos con leyes con una vigencia ligada al partido/s que esté/n en el poder. Mientras tanto, nuestro ordenamiento jurídico nos ofrece el suficiente contenido como para actuar al respecto. Las leyes son pocas y no lo suficientemente generalizadas. Respecto al maltrato, básicamente la normativa autonómica e incluso municipal con cuadros sancionatorios muy variados y el artículo 337 del Código Penal con penas que algunos consideran excesivamente leves. Lo demás es tirar de principios generales del Derecho (no olvidemos que son fuente del derecho) y una interpretación extensiva de los mismos, así como de la propia Constitución con jueces comprometidos con esta causa por encima de planteamientos de protección cultural que también pueda contemplar el ordenamiento. En este sentido, como bien apuntas, la acción de los jueces puede ser fundamental.

 

¿Hay algo más que quieras decirle a tus lectores?

No mucho más de lo ya expuesto. Simplemente incidir en que el mensaje de la obra es el que es, la denuncia del uso y el maltrato de los animales con fines meramente lúdicos sin dejar de tratar de reflejar íntegramente el universo de la tauromaquia con las virtudes que también alberga. También me gustaría reseñar que tras este planteamiento evidente se aloja una historia que trata de ser conmovedora sobre un drama existencial de un individuo enfrentado a las circunstancias tanto internas como externas, y para el que quiera llegar más allá y sepa percibirlo, un estudio de la piedad, de la redención, la venganza y el castigo con tintes esotéricos.

 

 


  • Nombre: Jon Ugutz Zubizarreta Mentxaka
  • Género: novela contemporánea
  • Bio: Mi nombre es Jon Ugutz Zubizarreta Mentxaka, nacido en Bilbao en 1971. Estudié en los Jesuitas de Indauchu y soy licenciado en Derecho por la Universidad de Deusto. Ejercí unos años como abogado y actualmente trabajo como técnico de la Universidad del País Vasco. Soy autor de dos novelas: 5-3, 2  Los últimos bohemios  y Sara, mi vida por 37 kilos, publicada esta última por la editorial Egarbook en septiembre de 2017 y disponible en Amazon (Reseñas literarias en blogs «Libros y Literatura», «tejiendoeklingon», «Trabalibros» y en la revista literaria «Visor Literaria». Cuatro ejemplares para préstamo en la Biblioteca Municipal de Bilbao, un ejemplar en la Biblioteca Municipal de Oñati y dos en la Biblioteca Nacional de Catalunya). Er torito güeno es mi última novela.Soy además autor de seis cuentos, poemas, y tengo un blog (eternacrisis.blogspot.com) con artículos repartidos en temáticas que también figuran en foros de literatura como «abretelibro» («La trampa machista», más de mil ochocientas visitas). Gran amante de la literatura clásica, sobre todo de los grandes maestros rusos como Dostoievski y Tolstoi.
  • Libro: Er torito güeno

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Disponible en: Amazon

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